Alto Techos de cinco metros de y una cúpula imponente del siglo XVI. hechuras La casa tiene unas imponentes.
colores de las monjas Trinitarias no es de extrañar. Es un luminoso apartamento de unos 200 m2 distribuido en salón-comedor-sala de música de un lado, y del otro, en dos dormitorios, dos baños y una cocina que giran en torno a un patio vecinal por el que Marta siente devoción: "Es común pero lo disfruto más que nadie. Soy muy jardinera y cuando llegamos no había ni una planta". Estuvo buscando durante dos años y de repente lo encontró por internet. "El portal me enamoró y ya cuando vi la cúpula no hizo falta nada más. Hemos tenido mucha suerte porque había sido restaurado hacía un año y estaba perfecto, con una reforma bonita y sin pretensiones. Los anteriores propietarios dejaron algunos muebles, como los sofás y la mesa del comedor. Soy una maniática pero son asépticos y básicos y me vinieron bien –continúa–. Debo de estar haciéndome mayor porque me agrada mirar a mi alrededor y ver cosas que amo, que valoro, que me estimulan y me traen recuerdos. Todo ha encontrado su sitio orgánicamente. Aquí no hay intención ni decoración. De hecho no creo en ella, sino en que tu forma de vida se expande. Es una casa relajada, de familia, llena de mantas y donde el arte se integra y ha ido creciendo de manera natural, por afinidades, porque llevo casi 40 años en este mundo y porque para nosotros comprar es una manera de estar en contacto profundo y continuado con los creadores y de apoyarles". Tan importantes son las obras como los libros, que inundan las estanterías, y la música. Todo sazonado de textiles bordados de su país natal, diseños de Ettore Sottsass y del Grupo Memphis, objetos del mundo, su colección de porcelana blanca, una silla de su padre en la que aprendió a leer... La mayoría de las piezas llevan con ellos toda la vida. Todo es honesto y parece obedecer a una casualidad cuidada y sensible que conmueve. Pero a Marta le gusta que haya rotación y que todo esté vivo. Cuando llega el tema del arte se muestra enfadada: "Ahora se habla de él de una forma muy fría. Y no. Es cultura, sentimientos, un modo de vida. No es posesión ni compra. Quiero ser muy militante porque creo que se han perdido un poco los valores, que se trata como una mercancía de inversión o de show. A mí me gusta desde que tengo siete años, siempre he sabido que me emocionaba, y lo primero que compré fue un Guinovart precioso con 21. Aquí no está para epatar, ni brillar, ni enseñar. Está porque me acompaña". Barceló junto a Eltono y Klein junto a una foto de Seydou Keïta, sin premeditación. "Ah, y otra cosa, cuando el arte es bueno no hace falta quitar rodapiés ni escayolas". Entendido. www.slowtracksociety.com de Jonas Dahlberg, obras de Andy Goldsworthy y pintura de Andrea Zittel, estas últimas en Slowtrack. Taburete de Ettore Sottsass, colcha de Marruecos y manta de Ábbatte.