El pasado es la premisa estética con la que el arquitecto Amaro Sánchez de Moya decoró su piso madrileño.
Q uería poner un pie en Madrid –dice el arquitecto sevillano Amaro Sánchez de Moya– así que vine y vi 30 pisos en un fin de semana”. Y este de 145 m2 en un edificio fernandino del XIX de la plaza de Santa Bárbara fue el elegido. “Es una construcción típica de la época, pero al hacer esquina es más exterior de lo habitual, tiene siete balcones a la calle”, explica. Aunque era de alquiler, sus propietarios habían respetado muchos de sus elementos originales (molduras, ventanas y puertas) y llevado a cabo una reforma discreta con la que se veía capaz de convivir enriqueciéndola a su manera. No alteró nada de la distribución pero cubrió la tarima existente con enormes alfombras de sisal, cambió el lavabo del aseo por uno antiguo procedente de derribo, añadió unos salpicaderos de mármol al baño principal y lo pintó él mismo con efecto marmolizado, y se permitió colores potentes en los espacios que menos se usan: el pasillo, en verde azulado, y el aseo mencionado, en naranja quemado y negro, “una combinación que tenía muchas ganas de utilizar para mí. Me gustan las pinturas muy mates en las paredes pero muy brillantes para las carpinterías. Y eso es lo que he hecho aquí”. De la entrada arranca un largo corredor que distribuye a uno y otro lado un despacho y una habitación de invitados, y muere al llegar a la zona social (salón-comedor, cocina con cuarto de plancha y dormitorio principal con baño y vestidor), donde las estancias están diseñadas en enfilada, unas unidas a las otras. Aunque Amaro se licenció como arquitecto entre Sevilla, su ciudad natal, y París, donde trabajó varios años, está más volcado en el interiorismo y su gran especialidad es hacer un vestido rico a los ambientes a la manera del decorador y director artístico Renzo Mongiardino (ver Icono de este número). “El tratado que escribió, Architettura da camera ,es del que más he aprendido: a construir arquitecturas dentro de arquitecturas, a mezclar de forma inteligente. Hacía espacios que parecían que llevaban allí toda la vida. Es mi gran referente de la decoración”. Como su ídolo, crea escenografías trabajadas y opulentas muchas veces con murales y trampantojos ejecutados por su propia mano, porque a pesar de no tener formación en Bellas Artes ha heredado el talento de un abuelo economista que era un gran caricaturista. Entre piezas traídas de su casa sevillana y otras de diseño propio, siempre con trasfondo histórico, ha arropado este piso de forma fastuosa en un clásico suavizado que respetará el tiempo y ya huele a eterno: nadie diría que Amaro lleva solo un año instalado en él. Por encima de souvenirs del XIX Grand Tour sobrevuelan cotorras y mariposas, sobre las vajillas Viejo París de la cocina andan simios y por las paredes del baño anidan murciélagos y búhos de Fornasetti. Son recortables con los que ha aligerado la solemnidad de las reliquias que atesora, muebles y arte del XVII al XIX con los que está acostumbrado a cohabitar desde niño y cuyos estilos y épocas, “Carlos IV, Napoleon III, Imperio”, data con precisión de coleccionista. También destacan los muchísimos grabados originales de Piranesi que cuelgan de las paredes, otro de sus mentores estéticos. Amaro se mueve entre su estudio madrileño y el sevillano, haciendo casas suntuosas que miran al pasado, despachos de postín o montando eventos para firmas. El desembarco en la capital ha sido un éxito. “Ahora estoy buscando para comprar, pero este barrio que tanto me gusta está imposible”. www.amarosanchezdemoya.com
Felipe V, Napoleon III, IMPERIO, Carlos IV... Los muebles son de ÉPOCA o están inspirados en estilos con MAYÚSCULAS.