Feliz casa HYGGE
Esta palabra danesa tan de moda es un estado de la mente, una actitud positiva frente a la vida que tiene su traducción decorativa. Y es que un entorno dichoso retroalimenta nuestro optimismo. Estas son las claves.
es casi tan difícil de explicar como de pronunciar. Y es que hygge (póngase morritos para decir un gutural hoo-ga) no es solo una palabra, es un concepto de vida, tan intrínseco a la identidad danesa como la lata de danish butter cookies o los diseños de Arne Jacobsen, que en los últimos meses ha saltado a la fama vendido como el epítome de la felicidad. Usado como verbo, adjetivo o nombre, siempre va relacionado con una sensación de bienestar, relajación y buen karma. Nada extraño, pues el término procede de una palabra noruega del siglo XVI que significa consolar que, a su vez, viene del inglés to hug (abrazar). Como cuenta Meik Viking, director del Instituto de Investigación sobre la Felicidad: “Al hygge se le ha llamado de todo, el arte de crear intimidad, el placer de la presencia de cosas reconfortantes y, mi favorita, una taza de cacao a la luz de las velas”. “Es complicado porque es intangible, es un sentimiento, una atmósfera. Puedes sentirlo cuando está ahí. Probablemente el mejor sinónimo es cosy”, dice la galerista
danesa Tina Seidenfaden Busck. Hygge puede ser una persona, una buena comida y, por supuesto, una casa. La diseñadora canaria Helena Rohner, cuyos padres son daneses, explica cómo se concibe aplicado a los interiores: “Son espacios en los que encontrarse en armonía, arropado. Más que decoraciones visuales, son intuitivas. Un buen sofá o butaca y luz natural, mejor cerca de una ventana, o dirigida para que ilumine una lectura, paredes casi vacías, pocos cuadros, plantas en las esquinas... Como mi hogar de niña, que aún sigue igual. Son imágenes que uno retiene en el inconsciente estético”. Aunque efectivamente, tiene más que ver con la experiencia que con las cosas, hay elementos que hacen que una casa sea más hyggelig: una chimenea (en Dinamarca un 30% de hogares la tienen), encender velas, los objetos de madera, las macetas exuberantes, las pieles añadiendo blandura a los asientos, muchos libros, buena porcelana que usar a diario, los muebles vintage con encanto, las mantas y los cojines mullidos... Todo ello desperdigado por todos los espacios y sublimado en un hyggekrog, lo que en castellano se llama tu rinconcito, ese trocito de habitación o ese mueble que has hecho tuyo donde te jubilarías (para Seidenfaden, “mi enorme sofá de Josef Frank de terciopelo verde, donde nos acomodamos toda la familia”). Y en cuestión de colores... “Cálidos, quemados, todos los tonos de gris en las paredes y papeles pintados con cualquier estampado”, continúa. “Blanco, crudo y madera natural”, añade Rohner. Los daneses, que llevan décadas aplicando todo lo anterior en sus interiores, han patentado el término y parece que tienen el monopolio de su exportación aunque el último año se ha convertido en un trending topic con numerosos títulos dedicados al tema. Pero definitivamente es un sentimiento (¿aspiración?) universal. Saltando de continente y en palabras de Benjamin Franklin: “La felicidad humana se logra con pequeñas cosas que ocurren todos los días”. Rodéate de ellas, tangibles o no.
“Hygge es un sentimiento, es una atmósfera, puedes sentirlo cuando está ahí”. Tina Seidenfaden