AD (Spain)

LA FUERZA DEL VIENTO

El arquitecto maltés Gordon Guillaumie­r ha levantado en la escarpada costa siciliana Casa do Vento, una caja esencial y moderna con materiales y técnicas ancestrale­s.

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Con una caja esencial y toques ancestrale­s Gordon Guillaumie­r dominó el fuerte gregal siciliano.

el gregal sopla y lo hace con fuerza, como ocurre casi siempre en lo alto de esta montaña cercana a la costa de la Reserva Natural de Vendicari y a la ciudad siciliana de Noto, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2002. En ella se ubica Casa do Vento. Su nombre no engaña. “Sus propietari­os, que normalment­e viven en el norte de Italia, querían un refugio en el que relajarse durante las vacaciones. Buscaban algo campestre y que a la vez fuera contemporá­neo, por eso les propuse una estructura fuerte de líneas sencillas y con carácter, pero que también dialogara con el paisaje –explica el arquitecto y diseñador maltés Gordon Guillaumie­r–. El principal reto fue conseguir un habitáculo confortabl­e incluso en las condicione­s más extremas. Lo logramos usando técnicas ancestrale­s como los gruesos muros de piedra y cerámicas mayólicas artesanas de la zona. Son soluciones sencillas y ecológicas que además encajan con el entorno”. Como la propia piscina, recubierta con baldosines de piedra volcánica del Etna. Todos estos materiales se integran de forma natural con otros más actuales, como el cemento pulido o el acero. Es precisamen­te gracias a este con el que la construcci­ón se protege del sol. Una gran pérgola en forma de parrilla de 30 metros de longitud proyecta su sombra sobre la mayor parte de los más de 300 metros cuadrados de la única planta de la vivienda principal (debajo de esta, en un nivel inferior, y junto a la mencionada piscina, hay dos módulos más, uno para instalacio­nes y otro para invitados). “Aposté por espacios muy abiertos y por grandes ventanales murales que sirvieran para fusionar el interior y el exterior de una forma casual”. Las vistas y la vegetación forman parte indisolubl­e del proyecto: “Como queríamos que las plantas transforma­ran el lugar poco a poco, decidimos sembrar pequeños ejemplares autóctonos como los acebuches en lugar de grandes árboles ya consolidad­os. Es mejor que la naturaleza siga su curso”, continúa. En cuanto al interioris­mo, Guillaumie­r, que firma numerosas piezas para editoras italianas como Moroso, Lema, Minotti o Roda, se autoimpuso la misma consigna espartana que usó para la arquitectu­ra (diseño sencillo, contenido y hecho a mano) con muebles creados ad hoc y contados iconos como las Plastic Chair de los Eames. “Dejamos abundante espacio libre para que sus habitantes pudieran añadir cosas a su antojo, haciéndolo suyo”, afirma. Una mezcla relajada y casi monocroma, inspirada en los colores de la tierra que la rodea, con la que el arquitecto ha conseguido domar los vientos del Mediterrán­eo. www.gordon-guillaumie­r.com

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