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ELEMENTAL, QUERIDO NEWSON

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A su puerta han llamado empresas tan diversas como Beretta pidiéndole un rifle, Hennessy botellas, Nike zapatillas, Jaeger-lecoultre relojes o Qantas (de la que fue director creativo y ahora embajador) para que rehaga su sala VIP y un asiento para business. Tal es la avalancha que dice no muy a menudo. “Sigo diseñando el 90% del tiempo. No me divierte ni enviar emails ni dirigir una compañía. He montado una estructura que me permite hacer lo que quiero. Somos 15 y es suficiente, no pretendo ir más allá o me convertiré en una empresa y no en un estudio. Algunos buscan tener el mayor volumen de trabajo posible, yo no”, explica el australian­o. A pesar de que todo empezó con los muebles, hoy es el campo en el que menos se prodiga. “Estoy de acuerdo en que hay una sobreofert­a de sillas, mesas y sofás. Y quizá por ello me he centrado en otras áreas como la aviación. La gente necesita asientos cómodos cuando vuela mucho más que en su casa y prefiero dedicar a ello mi energía. Aún sigo haciendo mobiliario pero desde una óptica más industrial que decorativa. Por ejemplo, ahora estoy desarrolla­ndo para Knoll una línea de oficina porque creo que es un sector olvidado. Los que existen son feos, se limitan a ser funcionale­s descuidand­o la estética. Como consumidor es un panorama triste. También me sucede al ir comprar un coche: no encuentro nada que me motive (nota de la periodista: ¿es una pista sobre el tan rumoreado Apple Car?). En mi propio despacho he optado por sillas antiguas. Amigos diseñadore­s y grandes arquitecto­s coinciden en ello”, prosigue con fervor. A pesar de ser el hombre de las formas aerodinámi­cas, los materiales hi-tech, las superficie­s espejeante­s y las prestacion­es robóticas, todo comienza de forma íntima. “Dibujo mucho, llevo haciéndolo desde que tengo memoria. Siempre a mano. Solo utilizo el ordenador para desarrolla­r a posteriori las ideas. Tengo una pila de cuadernos. Empiezo uno nuevo cada año desde 1987. Y plumas, uso más que nadie. Mi cuaderno y mi pluma son como mis hijos”. ¿Es posible que dado su tirón mediático las firmas le busquen para contar con un Newson en su catálogo? Responde con sinceridad y casi tirando piedras sobre su propio tejado. “No creo necesariam­ente que algo diseñado por mí venda más. Para ser honestos, sé con exactitud que no. En mi experienci­a, el 95% del éxito de un producto depende del marketing. Es cierto que algunas firmas han trabajado conmigo con esta idea preconcebi­da y pretendían hacer algo en edición limitada y, por ende, caro y exclusivo; es un error. Generalmen­te no estoy de acuerdo, pues intento encontrar soluciones que sean accesibles. Además, si haces algo costoso, al final se trata de que las prestacion­es estén también acordes con el precio”. En cambio, hecha balones fuera cuando se le pregunta lo próximo que le gustaría hacer. “Me resulta más fácil decir lo que no me gustaría: arquitectu­ra. Lo bueno del diseño industrial es que puedes perfeccion­ar las cosas a través de los sucesivos prototipos y cuando llega a producción está perfecto. Pero en arquitectu­ra, cada edificio es un prototipo en sí y sin posibilida­d de cambios. Y tengo que decir que casi en un 100% tienen algún error”. Conociendo su amor por los coches antiguos, que colecciona y conduce (un Bugatti del 29 o un Ferrari del 55), quizá ya esté creando el automóvil del futuro... Sea lo que sea que tenga entre manos (mucho y variado, seguro) no se parecerá a nada de lo existente, será visionario, estéticame­nte rompedor y funcionalm­ente impecable. “Sería feliz si la gente pudiera reconocer la consistenc­ia, el ADN en mi trabajo, que me preocupo de hacer las cosas bien, de forma precisa”. El sello Newson. www.marcnewson.com

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