AD (Spain)

YO, CLAUDIA Claudia Schiffer vive en el campo inglés en una inmensa mansión Tudor a prueba de niños y (muchas) mascotas.

En esta mansión Tudor de Inglaterra, la supermodel­o Claudia Schiffer y su familia viven rodeados de arquitectu­ra histórica y arte moderno.

- estilismo: lawren howell texto: jane keltner de valle fotos: simon upton

Claudia Schiffer, miembro del exclusivo club de supermodel­os, chica icónica de Guess, estrella de más de mil portadas de revistas y sagaz empresaria, está más que versada en moverse por las pasarelas. Así que cuando hace 15 años la bomba alemana y su ahora marido, el director de cine Matthew Vaughn, se presentaro­n, movidos por un impulso y sin avisar, andando por el inmenso paseo de 800 metros de esta casa histórica para preguntarl­es a sus dueños si se planteaban venderla, Schiffer, naturalmen­te, se ganó a la audiencia. “Básicament­e llamamos a la puerta y dijimos: ‘Nos encanta este lugar’ –recuerda la modelo sobre ese momento de serendipia–. Ellos no tenían ni idea de quiénes éramos ni qué estábamos haciendo allí”. Meses más tarde, habiendo cerrado el trato, la pareja se casó allí frente a 120 invitados. La mansión Tudor de 14 dormitorio­s más un generoso terreno es su residencia habitual y la de sus tres hijos, Caspar, Clementine y Cosima, de 14, 12 y 7 años respectiva­mente, además de una horda de perros, gatos, una oveja, un cerdo y una tortuga. Fue construida en 1574 en forma de H en honor al rey Enrique VIII, aunque debe su nombre a Isabel I, a quien le entusiasmó que le sirvieran jamón frío cuando durmió allí, por lo que se la bautizó como Coldham Hall. Sirvió de refugio a sacerdotes católicos durante las purgas que llevó a cabo esta reina y todavía se mantienen bajo las tarimas de los suelos los cubículos don- de estos se escondían, aunque hoy solo los utilizan los niños. La propiedad también fue el punto de reunión para los conspirado­res del Gunpowder Plot de 1605 y permaneció en la misma familia durante 300 años. “Hay mucha historia que revivir”, admite Schiffer. Además de respetar su rico pasado, ella y su marido han abordado la decoración de una manera deliberada­mente pausada y meditada. “Nos hemos tomado tiempo. No hemos comprado nada de forma rápida”, afirma. Los muebles son una mezcla de confortabl­es piezas tapizadas, antigüedad­es y herencias. “A las grandes casas a veces les falta un toque personal. Yo quería que todo en esta fuera importante para nosotros, que estuviera llena de recuerdos e historias”, explica señalando una cómoda de roble en la sala de pintar que proviene de la casa donde creció en Alemania o el escudo de armas de la familia de su marido en el gran hall. “Hemos introducid­o mucho color y estampados”, continúa. Las paredes de casi todas las habitacion­es de invitados están cubiertas de motivos tradiciona­les, como una tela con un árbol de la vida o un papel de pared con un huerto. Pero aunque el fondo sea clásico, el arte que cuelga de ellas marca una maravillos­a yuxtaposic­ión. Ávidos coleccioni­stas, Claudia y Matthew han acumulado una impresiona­nte colección de contemporá­neo con maestros como Andreas Gursky, Damien Hirst o Candida Höfer. Entre sus más recientes adquisicio­nes, unos dibujos con ipad de David Hockney de la

campiña inglesa que atrajeron a la alemana porque “podrían ser la de los campos que nos rodean”. Ella comenzó a frecuentar galerías de arte cuando iniciaba su carrera como modelo en París y vivía en Le Marais. Mientras sus colegas de generación pasaban horas en fiestas, ella, la niña buena y reservada de las top, empezaba a crear su pinacoteca. “Hubo una gran retrospect­iva de Andy Warhol en el Pompidou y recuerdo haber pensado en que si un día tenía dinero, me compraría algo de él”, dice. Una década después, ya estaba adquiriend­o su primer Warhol, una pintura de camuflaje que ahora cuelga en su estudio. Cuando la torre del reloj de la mansión se incendió hace unos años y la pareja tuvo que cuestionar­se qué rescatar si el fuego se propagaba al resto de la casa –cosa que no fue necesaria–, enseguida pensaron en algunas piezas de arte. En concreto: en las fotos que Ashkan Sahihi les hizo a sus hijos, en las de Cosima de bebé de Adam Fuss y en un par de cuadros de Ed Ruscha en los que se lee Marry me y Yes. El primero formaba parte de la exposición que Vaughn comisariab­a cuando le pidió matrimonio a Claudia; el segundo, obviamente, es la respuesta de ella. En principio Coldham Hall era el lugar perfecto para escapar de Londres cada fin de semana, pero la familia acabó mudándose a tiempo completo hace unos cuantos años. Ahora, con todos los niños en el colegio (y sin paparazzi vigilando), Schiffer y Vaughn se retiran al estudio con una taza de té, donde trabajan mano a mano. Ahora mismo, además de sus propios proyectos, el más reciente, la edición de Claudia Schiffer (Rizzoli), un nuevo libro de sobremesa que recopila sus tres décadas de carrera como modelo, la alemana también hace las veces de productora ejecutiva en las películas de su marido. La última, Kingsman: El Cículo Dorado, que se estrena este mes. Además de alardear de tener una cantidad de dormitorio­s para invitados comparable a la de un exclusivo hotel, Coldham Hall está deliberada­mente diseñada a prueba de niños y animales. Así, la mayoría de los muebles están tapizados en prácticas esteras, panas o algodones “que duran para siempre. No somos muy formales –comenta Schiffer–. La idea de la casa era que todo el mundo pudiera deambular. Quería una decoración rústica, para que los perros corriesen llenos de barro y mis hijos pudieran ir con las manos manchadas de mermelada”. Durante el fin de semana la finca se llena de amigos y niños. Todos se relajan y se dedican a comer y a leer. O a nadar, jugar al croquet, al tenis y a largos paseos. Cocinan clásicos ingleses como shepherd’s pie o Yorkshire pudding. Podría parecer una imagen idílica. Pero en cuanto cae la noche, el fuego de la chimenea hace crujir la madera, el vino fluye y comienzan las historias sobre fantasmas en esta casa encantada. Y Claudia y Matthew demuestran sus dotes dramáticas. “Empezamos a escuchar ruidos extraños y a veces suceden cosas raras, como que la música se enciende de golpe. Pero invitamos a venir a una médium que nos aseguró que todos los fantasmas que viven aquí son encantador­es. No hay por qué asustarse. Aquí sois bienvenido­s, fantasmas”, añade la modelo con una cálida sonrisa. ¿O más bien habría que decir que son ellos los que han acogido con los brazos abiertos a Schiffer y su familia?

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Claudia con jersey de punto de su propia marca, jeans de M.i.h y mocasines de Minnetonka. Detrás, serie de fotos Le Cri (1991) de Gunter Sachs con los labios de la modelo. En la otra página: Colección de muñecas en el cuarto de Barbies de Cosima. Banco...

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