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UNA VOZ AMABLE

- por itziar narro

Fue una de las pocas mujeres que diseñó durante los años 50 y 60 para la Nordiska Kompaniet, la firma detrás de los grandes almacenes suecos NK. Para Kerstin H. Holmquist, la cordialida­d sigue a la función, y la madera y los estampados son un must.

Es otra de esas mujeres valientes del siglo XX E que merecen no ser olvidadas, una de las primeras en diseñar con voz propia, sin atender a las tendencias. La sueca Kerstin Hörlinholm­quist (1925-1997) se inventó en los 50 una colección llamada Paradiset, paraíso en su idioma, hecha de piezas tan femeninas como la butaca Eva, la primera de la familia, y tan rotundas como su contrapart­e masculina, Adam. Ambas son joyas atemporale­s buscadas y rebuscadas en las subastas internacio­nales, que por suerte reedita Gubi desde 2014. Kerstin no fue una fémina convencion­al. Su padre Tor Hörlin era artista y diseñador gráfico y ella tuvo desde niña la oportunida­d de ser libre y de explorar el mundo. Estudió Historia del Arte en Inglaterra poco después del final de la Segunda Guerra Mundial y se dejó fascinar por los muebles tapizados británicos, que sin duda influyeron en sus

diseños posteriore­s. Volvió a Estocolmo para graduarse en la Konstfack, la gran universida­d del arte de su país, y allí conoció a la persona que le cambió la vida, Carl-axel Acking, uno de sus profesores, que la invitó a participar en una muestra en el Röhsska Museum de Gotemburgo con su primera silla, la Kraal. También aquí se encontró con Elias Svedberg, uno de los jefes de la Nordiska Kompaniet, los grandes almacenes suecos. Trabajó para ellos hasta 1965 diseñando mobiliario, la Paradiset Collection incluida, pero también interiores y escaparate­s. Fue su gran laboratori­o de ideas, donde creó sus mejores piezas, algunas junto a su marido, Erik Holmquist, con moldes de yeso y de plástico que después tapizaba, algo bastante innovador para la época. “Los muebles son los primeros y últimos útiles necesarios para una persona”, dijo. Y sin embargo sus creaciones son, más que funcionale­s, humanas y femeninas. “Aspiro a que sean amables, gentiles, corteses, aunque sin perder su carácter”, escribió. Está claro que lo consiguió. gubi.com

“Los muebles y los textiles deben ser amables y corteses, pero sin perder del todo su carácter”. KERSTIN H. HOLMQUIST

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