MI GRAN PALAZZO
Vio este palacio del XVII en Nápoles se enamoró de él. El paso del tiempo y la grandeza de su pasado se palpan en cada rincón.
No podía estar en ninguna otra ciudad. Nápoles alberga esta mansión decadente y bella.
Nápoles está lejos de ser la típica ciudad-museo italiana. Es un reino de esplendor desvanecido, lleno de historia, en el que las construcciones muestran su riqueza y su decadencia casi por igual. En plena Via Foria, un gran bulevar del siglo XVIII conocido hoy por la gran presencia de tiendas de antigüedades, se encuentra la casa-estudio de Antonio G. Martiniello, fundador de Keller Architettura. Un refugio en el que su atmósfera emocional e intensa refleja ese pasado que se palpa en la urbe. La vivienda ocupa parte del segundo piso de un palazzo construido en 1690 por la familia Ruffo Castelcicala, emparentada con los Borbones, y que fue restaurado en 1850 a la moda de la época. Acabó convirtiéndose en un taller de marroquinería y estuvo 70 años abandonado, pero sigue plagado de majestuosas escaleras, pasamanos y balaustradas. “Cuando lo vi fue amor a primera vista –cuenta Martiniello–. A pesar de que estaba destruido y de que gran parte de la decoración original ya no existía seguía siendo maravilloso, pero necesité un tiempo de reflexión para decidirme a afrontar una restauración de esa envergadura”, agrega. En la ardua tarea, conservó algunos de los suelos originales y de la reforma de mediados del XIX, que combinó con otros modernos de madera estratificada, y pequeñas joyas como papeles murales franceses con pavos reales pintados a mano del XVIII o trampantojos de 1860. En los aproximadamente 400 m2 mantuvo la distribución palaciega de antaño: impresionantes habitaciones se suceden unas a otras en enfilada, sin necesidad de pasillos, todas con ventanales que parecen dejar entrar la ciudad en el interior, como si la casa le perteneciera. Para la vivienda reservó dos salones, un dormitorio con baño, despacho y cocina mientras que la zona de trabajo cuenta con cuatro espacios de múltiples usos. Con ademanes de coleccionista, el arquitecto reunió una serie de muebles y objetos de diferente procedencia que bien podrían figurar en un museo. Aparadores centenarios herencia de su familia lindan con iconos del diseño de los 50, 60 y 70 o con creaciones minimalistas ideadas por su equipo basadas en “la ligereza de los materiales y en su funcionalidad”, remata. Un espacio en el que se respira el aire apacible de la historia de Nápoles, pero con la mirada puesta en el futuro. www.kellerarchitettura.it