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FUERZA VITAL Victoria-maria Geyer vive en una casa en Bruselas repleta de guiños setenteros y antigüedad­es top.

- estilismo: pete bermejo texto: eduardo infante fotos: belén imaz

La interioris­ta Victoria-maria Geyer ha unido en su casa de Bruselas el alma de los 70 con antigüedad­es Napoleón III. Sin obedecer a normas (y plagada de iconos decó) su propuesta funciona.

n o sigo un estilo ni las tendencias, solo mi intuición para comprobar si algo funciona. Lo más importante es el objeto en sí y, aunque sea pequeño, si es bonito y tiene alma encuentro el lugar perfecto donde ponerlo”, nos cuenta la interioris­ta Victoria-maria Geyer sobre su manera de trabajar. Su propia casa, en el barrio de Ixelles del centro de Bruselas y en la que se unen antigüedad­es con iconos de los Eames o Alvar Aalto, no podía ser mejor muestra de su ecléctico pero personal estilo. Allí, esta alemana criada en la capital belga vive con su marido y sus tres hijos en una construcci­ón de 1920 con cuatro plantas y 13 metros de fachada que precisó más de nueve meses de reforma para convertirs­e en lo que hoy es. “Tuvimos que hacer una renovación absoluta porque había sido una oficina y estaba en muy mal estado. Era oscura, compartime­ntada y lúgubre, con paredes por todos lados y habitacion­es divididas”, recuerda. Tras la obra, sus 600 m2 han quedado repartidos en salón, comedor, cocina, una amplia escalera, recibidor y cuatro dormitorio­s con baño en suite, además de un aseo para invitados. ¿El nexo en común en todo ello? Las obsesiones decorativa­s de Victoria-maria: los años 70 y la segunda mitad del XIX en Francia. “Todo en general es bastante setentero. Los colores, los muebles, las telas, los estampados .... Añadí elementos Segundo Imperio Francés porque creo que funcionan muy bien juntos. Hay algo más antiguo, como los muebles de marqueterí­a, pero al final todo encaja”, explica. Aunque su estancia favorita es su habitación, en la que destaca la cama forrada con jacquard de Le Manach, en el salón hay dos piezas que son sus fetiches y que resumen todo a la perfección: la butaca brasileña de Percival Lafer y la lámpara de mesa del XIX con un cisne dorado, uno de los símbolos de Napoleón III. “Creo que lo más actual que hay son las fotos de los búhos de Franck Christen del salón —admite divertida—. No soy muy fan del arte contemporá­neo, como tampoco lo soy del minimalism­o, pero estoy abierta a todo”. Así, casi sin normas, en su refugio bruselense se mezclan el terrazo Marmoreal de Max Lamb para Dzek Dzek con el revestimie­nto mural de seda salvaje de Élitis que cubre todo el salón, y alfombras iraníes antiguas lindan con moquetas sofisticad­as de Dimore Studio. “Me gusta que mis trabajos destilen vida; odio los lugares fríos. Por eso mezclo épocas y estilos. Cuando lo haces, un lugar tiene mucho más que contar”, concluye rotunda. www.victoria-maria.com

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