CASTILLO IMPRESIONISTA Renovado y casi intacto, visitamos el château francés donde veraneaba Toulouse-lautrec.
En este château cerca de Burdeos, rodeado de viñedos, se refugiaba Toulouse-lautrec durante el verano a pintar sus personajes marginales. Casi intacto, ahora reabre sus puertas cargado de pasado y futuro.
Un castillo del XVI rodeado de viñedos cerca de Burdeos. Así de bien veraneaba Henri Toulouse-lautrec, el aristócrata tullido que pintaba como nadie a las prostitutas más míseras de Pigalle empapado en absenta. Ahora el Château de Malromé, completamente restaurado, reabre sus puertas convertido en un lugar de homenaje. Reproducciones de sus mejores pinturas cuelgan en las paredes de la que fue su casa preferida. En una de las alas del château se ha creado una galería de arte contemporáneo que ya ha expuesto a Nobuyoshi Araki y Daido Moriyama, y que pretende mostrar obras que tengan que ver con el universo Lautrec: su obsesión por Japón, por la noche, por los afiches o por los personajes marginales de la sociedad. Para completar el puzle, el complejo alberga también un restaurante, una bodega dispuesta a rescatar las vides de la zona y una boutique en la que comprar caldos, miel artesanal y recuerdos. La familia Huynh de origen franco asiático, y especialmente las dos hijas del clan, Mélanie y Amélie, mitad camboyanas mitad bretonas, están detrás de esta transformación que tiene más de mecenazgo que de negocio. “Nuestro padre, Valéry, llegó desde Nom Pen a Francia a los 16 años sin nada en el bolsillo, aunque sus antepasados eran comerciantes chinos. Le fue muy bien y su sueño era tener un día un castillo con un viñedo, cerca de Burdeos, con dos torres, como los de los cuentos. Era su obsesión y nos pidió que lo buscáramos. Nos llevó un año y medio rastrear la región.
Tuvimos la suerte de encontrar este que había pertenecido a la familia de Toulouse-lautrec desde 1883”, explica Amélie. Así se decidieron a rescatar la obra de este genio y ligarla al arte contemporáneo. “Lo que buscábamos con la galería es tirar del hilo del trabajo de Henri y atraer a gente joven para conectarla con el artista a través de piezas más actuales”, cuenta Mélanie. Era natural mezclar los orígenes asiáticos de la familia con el lazo nipón de Toulouse-lautrec. El castillo, por otro lado, estaba abandonado desde hacía 15 años porque para los antiguos propietarios era solo un bien inmobiliario que utilizaban como inversión. “Nos lo encontramos en ruinas pero el potencial era enorme. Nuestro objetivo y el del arquiteto, Laurent Negretti, fue respetar la arquitectura. Buscamos artesanos de la piedra de la zona y carpinteros locales que supieron actualizar el edificio sin tocar su alma”, añade Amélie. El château mezclaba elementos del XVI al XIX yuxtapuestos sin ton ni son. “Fue un desafío uniformizarlo con materiales originales o lo más parecidos posibles. No tocamos los muros ni las ventanas”, cuentan las hermanas. “Es un proyecto de vida, de transmisión a nuestros hijos. La idea es que se quede en la familia”, rematan. El Château de Malromé permanece abierto de abril a septiembre y en invierno bajo petición. www.malrome.com