AD (Spain)

Vivir silencio

EN Alejarnos de la hiperconex­ión y darnos un espacio para el sosiego, la intimidad o la introspecc­ión: es lo que buscan estas nuevas construcci­ones. Llegó la hora de la arquitectu­ra contemplat­iva.

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n nuevo orden arquitectó­nico con gran carga simbólica está cobrando protagonis­mo. A medio camino entre los dictados del zen y las construcci­ones sacras, este minimalism­o del siglo XXI busca, más allá de una estética depurada, dar un sentido más profundo a la desnudez. Ya tiene grandes adeptos. John Pawson, que abrazaba este credo mudo allá por los 80 en sus primeros edificios, predica con el ejemplo. Su casa en Londres también refleja su proclama escueta y reduccioni­sta, una aparente sencillez donde reina el sosiego visual. Arquitecto­s como Vincent Van Duysen han seguido su estela con un estilo propio e inconfundi­ble. “Se trata de quitar capas y llegar al corazón para lograr el máximo de autenticid­ad, simplicida­d y pureza. Busco crear una conexión emocional inesperada con los espacios y lograr una sensación de bienestar y contemplac­ión en sus habitantes”, explica el belga. Otro ejemplo es Villa K de Studio KO,A media hora de Marrakech. El vacío es trascenden­tal. Aquí, la nada se funde con la nada, interior y exterior conviven en plena comunión. En el arte, el vacío ha sido empleado como vehículo de expresión. La arquitectu­ra lo usa, también, como metáfora. En proyectos como los creados por el estudio portugués Aires Mateus cobra especial relevancia. Su Casa em Leiria lo demuestra: una vivienda con planteamie­nto tradiciona­l cuya peculiarid­ad radica en que las zonas privadas se sitúan bajo el nivel del suelo, alrededor de un hueco central. Los dormitorio­s tienen

encontraba en mercadillo­s de París, como hacían todos –recuerda–. Pero pronto me di cuenta de que quería crear mi propio mundo, así que me propuse colaborar con creadores contemporá­neos y editar sus obras. En esa época, esto no existía”. Gill decidió centrarse en la frontera entre el arte y el diseño. “Me guío por mi ojo pero como ueden ser diseñadore­s, arquitecto­s, escultores o pintores, pero lo que hacen para mi galería es arte”. Así es como entiende su trabajo David Gill, que hace balance de sus 30 años de carrera con un libro que repasa su trayectori­a en 250 imágenes, David Gill: Designing Art (Ed. Vendome Press). Nacido en Zaragoza, David viajó a Londres en su juventud y empezó en Christie’s, “que fue mi plataforma en este mundo”, hasta que siendo un treintañer­o abrió su sala en Chelsea en 1987. Con un instinto e identidad únicos, patios privados para aumentar la intimidad y el aislamient­o. Estos templos constructi­vos, ya sean públicos o privados, son concebidos con una clara vocación contemplat­iva y, como no podía ser de otra manera, vienen de la mano de un interioris­mo delicado y hermanado con la vacuidad, una puesta en escena basada en el menos es mucho más. Caer en lo frío o en lo inhóspito sería fácil, pero el propósito es justo el contrario: crear sensación de acogida y recogimien­to. Para ello, los materiales nobles y cálidos, las superficie­s pulidas, las luces indirectas y los textiles monocolor son los perfectos aliados. “La monocromía induce al relax, a la meditación y a la fantasía. Como arquitecto­s, damos prioridad a un solo material (todo de piedra, todo de cemento...) y eso suele llevar a un solo tono o a una única gama cromática”, dice Studio KO. Se imponen un orden y un equilibrio nuevos, resultado de eliminar lo superfluo para crear atmósferas desprovist­as de decoración, donde el ojo no tropieza, donde no hay distracció­n. “Desde el concepto zen japonés

hasta la búsqueda de simplicida­d de Thoreau, la vida minimal siempre ha ofrecido una sensación de liberación, una oportunida­d de estar en contacto con la esencia de la existencia en lugar de distraerse con lo trivial”, afirma Pawson. La vocación de trascenden­cia queda evidente en las palabras de Alberto Campo Baeza al referirse a su proyecto Casa Infinito, frente al Atlántico: “Como diría un poeta griego, esta casa es un verdadero temenos, el lugar donde, según la mitología, los dioses se encuentran con los hombres”. En las inmediacio­nes de lo divino también se hallan dos hoteles tan diferentes entre sí como parecidos. Uno, Amangiri, en el corazón desnudo de Utah y concebido como un oasis de paz que abraza y baña, literalmen­te, las montañas sagradas de Canyon Point. De hecho, su nombre, Montaña en paz, es toda una declaració­n de intencione­s. El otro, L'hôtel Fontevraud, recupera y actualiza una abadía real de hace más de mil

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