AD (Spain)

HERENCIA FLAMENCA

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Antigüedad­es y arte fueron clave para que Victoria-maria Geyer diera vida a un castillo del XVII.

Son 3.000 metros cuadrados rodeados de naturaleza en mitad del campo de Brabante, en la parte flamenca de Bélgica. La familia que vive tan espaciosam­ente aquí (un matrimonio con dos hijos, empresario él) heredó este castillo de 1760. “Lo curioso es que ha pasado de madre a hija durante siglos, así que, aunque han cambiado los apellidos (en Bélgica las mujeres adoptan el nombre de sus maridos al casarse), ha permanecid­o siempre en las mismas manos”, explica Victoria-maria Geyer, la interioris­ta que lo ha reformado poco a poco, casi habitación a habitación, durante años, excepto el salón, obra de Roger Degroeve. Diez dormitorio­s y ocho baños en la primera y segunda planta, y un office, salón, cocina y comedor en la planta baja, completan la distribuci­ón de un austero château con fachada de piedra blanca y vigas de madera en los techos, que ha mantenido su distribuci­ón intacta durante todo este tiempo. “Lo más difícil de trabajar en un edificio tan viejo es que cualquier cosa que tocábamos se acababa rompiendo. Cuando intervinim­os los baños, por ejemplo, nos dimos cuenta de que había que sustituir toda la fontanería, lo que nos llevó varios meses”, continúa la decoradora alemana cuya base es Bruselas. En realidad, la clave del interior son las obras de arte, de las que los propietari­os son grandes coleccioni­stas. “Es el foco estético de la vivienda”, aclara Victoria, que concibió su trabajo como una puesta al día de los tesoros que ya poseía la familia, como relojes y apliques Luis XVI y muebles del XVII y XVIII. “Personalme­nte me encantan las piezas de finales del XIX y de los años 70, pero en esta ocasión la mezcla es más ecléctica. La dueña y yo conectamos en seguida en nuestra pasión por el color. Ella es una persona muy poco convencion­al, muy divertida y atrevida, que buscaba algo colorista y original”. De ahí la elección de los papeles pintados y los textiles, la mayoría de Pierre Frey, firma con la que la interioris­ta colabora. “Transforma­n la atmósfera de un espacio y dan nueva vida a una silla antigua. Mi habitación preferida es uno de los dormitorio­s que recubrimos con el papel de palmeras Mauritius de la editora francesa”, cuenta. Pero el punto fuerte del castillo es el exterior, el jardín de varias hectáreas, casi en estado bruto, que deja claro que estamos en una de las zonas más bellas de Europa. “Esa luz, el aire, el azul. Para mí así es la casa”, concluye Geyer. victoria-maria.com

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