LA CUEVA DEL GENIO
El edificio Molitor de París es una de las utopías constructivas de Le Corbusier y también fue su casa durante dos décadas. Ahora este atelier reabre sus puertas.
La casa de Le Corbusier en el edificio Molitor de París reabre sus puertas recién restaurada. Larga vida.
La piedra puede hablarnos, nos habla a través del muro. Cerca de nosotros, en contacto con nuestras manos, es una piel áspera. Esta pared es mi amiga todos los días”, dijo Charles-édouard Jeanneret-gris (Suiza, 1887-Francia, 1965), alias Le Corbusier, sobre una de las superficies de su atelier-apartamento en París, que acaba de ser rehabilitado y abierto al público. Sus 240 m 2, repartidos en dos niveles, se ubican en el edificio Molitor, entre el Bois de Boulogne y los límites de la ciudad. Fue el primero con las fachadas completamente acristaladas, una novedad en el periodo de entreguerras. Construido entre 1931 y 1934, representa una de las grandes utopías hechas realidad del arquitecto por su luminosidad y su estructura de hormigón armado sin muros de carga, que dejaba libertad a los propietarios para decidir la distribución. Le Corbusier se reservó las plantas 7ª y 8ª y las dividió en taller, apartamento, habitación de invitados y jardín en la azotea. “El cielo está radiante y nosotros vivimos desde hace 15 días en unas condiciones milagrosas: un hogar que es celestial, porque todo es cielo y luz, espacio y simplicidad”, contó al mudarse, poco después de casarse con Yvonne Gallis. Vivieron aquí hasta su muerte, décadas después, él, su esposa, el ama de llaves y su perrito Pinceau (pin-
cel). Fue su refugio vital pero también un espacio donde el genio pintaba y escribía. “Nunca he dejado de dibujar buscando los secretos de la forma”. Utilizó toda la gama de materiales vítreos de Saint-gobain, la empresa que le ayudó a experimentar con el cristal, y llenó el interior de sus muebles y prototipos y de obra de amigos artistas, como los pintores Léger y Braque o los escultores Henri Laurens y Jacques Lipchitz. Los volúmenes se estructuran a través de la policromía de los muros, mientras que la continuidad se establece con la uniformidad del suelo de losas blancas. El dormitorio principal está inspirado en los camarotes de los buques que le apasionaban, y en la azotea consiguió integrar la vegetación con el cemento y el entorno urbano, una de las premisas de su ideario constructivo, junto con los colores primarios, del azul al amarillo, que tan bien se ven en esta casa. Pero quizá lo mejor del dúplex es el atelier, que él llamaba de la búsqueda paciente, determinado por una gran bóveda, con la pared de piedra a la que se refiere al inicio del texto. En un rincón de esta habitación se encontraba la oficina donde Le Corbusier escribía, en medio de un gran desorden creativo. Ahora este templo secreto se puede visitar tal y como lo imaginó hace casi 60 años . fondationlecorbusier.fr