COSTA TRANQUILA
Tapices franceses, fibras naturales y cerámica picassiana son las claves de este dúplex en la Costa Brava de aires setenteros decorado por Serge Castella.
Serge Castella ha decorado un dúplex en la Costa Brava con cerámica, fibras naturales y tapices
Ratán, muebles y lámparas de los 60 y 70, paredes blancas y, sobre todo, tapices. “Son los que le dan fuerza al interiorismo y una cierta calidez”, explica Serge Castella, el interiorista detrás de este pequeño dúplex de 78 m2 en el barrio viejo de L’escala, en Girona, situado en un edificio setentero y sobrio. Sus propietarios, una pareja de mediana edad que vive fuera de España, buscaba un refugio de vacaciones frente al mar donde pasar los veranos. “No se había reformado desde su construcción, hace más de 40 años, así que tuvimos que repensarlo entero, cambiar la distribución, mejorar y alisar suelos y paredes, modificar los baños y la cocina...”, nos cuenta el francés, que no es la primera vez que se ve metido en estas lides en la Costa Brava. Tres dormitorios, dos baños y un salón con la cocina unida fueron la estructura ideada por Castella. “La clave era potenciar el look playero que tenía, pero añadiendo algunas de mis señas de identidad, como los materiales populares, la cerámica, el Mediterráneo de Cadaqués o Dalí, las formas picassianas o la obra de Giacometti, mis grandes obsesiones”. El mobiliario es fundamentalmente de los 70, comprado en el anticuario que poseen el mismo Serge y su marido Jason Flinn en la vecina Parlavà, o en galerías de Toulouse como Galerie 7 o Laure Baudet, que les proporcionó algunas de las piezas más especiales, como el espejo de la entrada. Las lámparas Pipistrello de Gae Aulenti, las butacas de Pierre Lottier o el taburete vintage de Knoll se mezclan con
algunos toques contemporános. Los tapices de autor del salón y del dormitorio son, a falta de arte en las paredes, lo más relevante de la decoración, y una de las apuestas fijas en los interiores del anticuario. Son, sin duda, uno de los focos visuales del dúplex, que en lo demás es tremendamente discreto, una caja limpia y blanca llena de luz. Los guiños marinos están aquí y allá, aunque no de forma evidente. Las lámparas de Emilie Palomba, en forma de caracolas, son la referencia más contundente al espíritu mediterráneo. Los materiales son también sencillos y naturales. Cemento pulido para los suelos, muchos muebles de obra, madera y toques de fibras vegetales, que se dejan ver en una cómoda francesa, en las mesillas e, incluso, en el sofá del salón, tapizado con un algodón impreso con dibujo de esparto de Castella para Gancedo. A pesar de estar lleno de potentes antigüedades del siglo XX no resulta retro ni pesado, sino ligero y con un aire de vacaciones perpetuas. “Es una casa fresca, alegre, fácil de vivir, sin pretensiones y espero que con cierta chispa, situada en una de mis zonas favoritas del mundo para trabajar y vivir”, concluye. Prueba conseguida. sergecastella.com
fuerza “Los tapices son los que le dan y cierta CALIDEZ a este interiorismo”. S. C.