CAPRICHO EXTREMEÑO
Con honestidad, modos artesanos y respeto por su pasado, los arquitectos Lucas y Hernández-gil han reconstruido una casona en Badajoz que ahora es un alojamiento rural perfecto para lucir su primera colección de muebles.
Lucas y Hernández-gil ha reformado (y ocupado con sus muebles) una casa de pueblo de aire artesano.
Los arquitectos Cristina Domínguez Lucas y Fernando Hernández-gil saben bien lo que es estar en la cresta de la ola. Aunque fundaron su estudio Lucas y Hernández-gil en Madrid en 2007, todo cambió el año pasado, cuando firmaron el restaurante sevillano Casaplata. En pleno centro de la capital andaluza osaron mezclar retazos de brutalismo con referencias a Blade Runner y a cuadros de Giorgio Morandi. Alejándose de lo convencional dejaron claro que tenían una voz propia y lo amueblaron con piezas de su firma, Kresta Design. “Fue un punto de inflexión. No esperábamos que tuviera repercusión internacional. Además, los muebles, algo que usábamos para hacer los espacios más nuestros, cobraron vida propia y ahora nos los piden desde Nueva York a Bélgica”, explica ella. Además de este empujón a su mobiliario, su 2019 viene marcado por otro proyecto que refleja perfectamente su manera de trabajar: una casona del XVIII en Villalba de los Barros, un pequeño pueblo de Badajoz, que han convertido es un alojamiento rural de dos plantas pensado a escala doméstica y honesto consigo mismo. “Tenía un potencial increíble, pero estaba destrozada y llevaba 50 años cerrada –cuentan–. Rompimos los esquemas de los vecinos porque pensaban que lo íbamos a tirar todo y, sin embargo, nos encargamos de hacer un trabajo de restauración puro y duro en lo que pudimos”. En ese proceso conservaron algunas señas de identidad, como las puertas bajas o las bóvedas extremeñas de los techos, y crearon algunas nuevas que, sin tratar de ocultar su contemporaneidad, parecen haber estado siempre. “Hemos intervenido mucho más de lo que parece, pero siendo miméticos. Por ejemplo, el suelo era de arena y hemos instalado uno de barro del mismo alfarero que
“Pedimos a los obreros que hicieran las paredes con cal y arena. Casi lo habían olvidado”. LUCAS Y HERNÁNDEZ-GIL
hizo los azulejos esmaltados de la alberca del patio”, señala Fernando. Siguiendo su norma de respetar el contexto del edificio, recurrieron a otros artesanos locales, como un herrero que hizo las bisagras de puertas y ventanas. “Lo más curioso ocurrió con los obreros. Les pedimos hacer las paredes de modo tradicional, con mortero de cal y arena en lugar de cemento, y se dieron cuenta de que habían perdido esas técnicas. Tuvieron casi que recuperarlas”, recuerda Cristina. El resultado es una casa que, a pesar de su ubicación, evoca cierto toque mediterráneo (“puede que venga de la austeridad de la zona y del cercano Alentejo portugués”) y en la que los colores de la naturaleza circundante se llevan al interior. Para el mobiliario recurrieron nuevamente a sus creaciones para Kresta Design, diseños en metal, sintéticos y elementales en los que se pueden apreciar las marcas de las soldaduras y que respetan el espíritu de esta construcción que ha seducido a un pueblo entero. “Ha sido todo un acontecimiento, llega gente exclusivamente para verla y quedarse a dormir. Es cuando te das cuenta del potencial de la arquitectura”, cuenta Domínguez. Tras este trabajo, el ritmo del estudio no se detiene: entre sus próximos proyectos destacan varios restaurantes en Madrid, un hotel en Berlín y un club de playa en Ben almádena. confirmado: este es su año. lucasyhernandezgil.com