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CASA MODELO

Sobria, contenida, imperfecta, con ausencia de color... Eugenia Silva ha creado en Madrid un refugio culto en el que hacer vida de familia.

- texto: EDUARDO INFANTE fotos: GONZALO MACHADO estilismo: NURIA MENOYO

El universo contenido, sobrio y hasta masculino de Eugenia Silva en Madrid. Muebles exquisitos y una paleta sucinta.

me crié en esta misma calle, en una casa de mis abuelos que tenía salones con grandes ventanales mirando al parque, pero ellos hacían vida en la parte trasera porque la exterior estaba reservada para las visitas. Aquí he hecho todo lo contrario, quería que hasta el ultimo centímetro fuera vivido y tomado por los niños”, nos cuenta Eugenia Silva con rotundidad. Hace tres años que la modelo, “con todo el dolor de mi corazón”, dejó Nueva York y se mudó a esta vivienda “familiar y más madura” en la calle Pintor Rosales de Madrid con su marido Alfonso de Borbón y Yoldi y su por entonces único hijo (el segundo nació en 2017). Encontrarl­a no fue sencillo, ella tenía claras sus preferenci­as: que fuese en esta zona (con vistas al Templo de Debod y al Parque del Oeste), que tuviera mucha luz y que pudiera rehacerla desde cero. “La vio Alfonso, porque yo estaba en Estados Unidos, y dijo ‘es la casa más bonita que he visto de todas’. Además nos encantó el edificio, del arquitecto Luis Gutiérrez Soto”, cuenta. Para la obra, que duró dos años, trabajó mano a mano con Mafalda Muñoz y Gonzalo Machado, artífices de la galería Machado-muñoz y del estudio de interioris­mo y diseño Casa Muñoz, y la constructo­ra Proyecta. El resultado es una casa sobria y estética que, como dice Eugenia: “Hasta sin muebles sigue siendo bonita”. En ella, Casa Muñoz proyectó lo que definen como “un lienzo acorde a la arquitectu­ra y a las piezas que ya tenían”, entre las que destacan un buffet de George Nakashima, un óleo de Antonio Saura o una escultura de Louise Bourgeois. Los espacios encuentran continuida­d gracias a las carpinterí­as negras, a las siempre presentes molduras de los techos y a un material basado en yeso, creado por ellos, que cubre todas las paredes con una cálida pátina. “Me encanta esa no perfección que tienen las construcci­ones baleares y marroquíes o la obra de Axel Vervoordt. Aquí han logrado ese punto de crudeza que quería”, recuerda Silva. La conexión con el exterior se consiguió con una nueva distribuci­ón de sus 350 m2, que ahora se dividen en hall, salón principal, biblioteca, cocina, sala de estar, despacho, gimnasio, vestidores y baños para Eugenia y su marido y una zona separada para sus hijos. En el interioris­mo, Silva tenía también muy claras sus pautas: no quería exceso de telas, ni estampados, ni mucho color. “Yo me visto así y soy así. En la decoración siempre me ha gustado más la idea de lo masculino que de lo femenino. Buscaba todo muy sobrio”, señala. Quizá donde mejor se plasma esa visión es en la cocina, en la que una potente piedra Portobello de Levantina (igual que todas las de la casa) se combina con madera de nogal para alejarse de las típicas blancas y funcionale­s. “Quería que fuera un salón más”. Ese mismo espíritu de austeridad sofisticad­a y culta invade todos los rincones. “Ha llevado su tiempo pero ha merecido la pena. El resultado es una casa 100% yo”, concluye Eugenia. casa-munoz.com

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 ??  ?? En el dormitorio, mesita de mármol y lino y lámpara de estaño, ambas de Casa Muñoz, colcha de Ábbatte y fotografía de Steven Klein. En la otra página: Eugenia, vestida deHermès, en la biblioteca. Escultura de Louise Bourgeois y apliquesTu­be de Anastassia­des.
En el dormitorio, mesita de mármol y lino y lámpara de estaño, ambas de Casa Muñoz, colcha de Ábbatte y fotografía de Steven Klein. En la otra página: Eugenia, vestida deHermès, en la biblioteca. Escultura de Louise Bourgeois y apliquesTu­be de Anastassia­des.

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