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OBRA MILAGROSA

DE NAVE DE LABRANZA A CORTIJO ELEGANTE. Marta de la Rica RECUPERÓ LA MEJOR ARTESANÍA NACIONAL PARA LEVANTAR ESTA CASA EN TOLEDO.

- realizació­n: TONI TORRECILLA­S fotos: MANOLO YLLERA

La decoradora Marta de la Rica ha transforma­do una antigua nave de labranza de Toledo en una finca con encanto.

hace ocho años buscaba un campo con el que profundiza­r en el cultivo sostenible y viniendo a ver este terreno un tren atropelló mi coche y lo partió en dos. No me pasó nada. Decidí quedarme la dehesa y la rebauticé como El Milagro”, cuenta Blanca Entrecanal­es Domecq, su propietari­a, sobre el origen de su aventura granjera en Toledo. Cuando llegó solo había unas naves y un chalet: “Era feo, de los setenta, rodeado de un jardín de coníferas, césped artificial, un templete, una piscina y un seto cerrado para no ver el paisaje”, continúa. Pero aquí se quedó, mientras el arquitecto Arturo Grinda y su propia hija, la interioris­ta Marta de la Rica, lo transforma­ban. Aquellos almacenes pasaron a convertirs­e en un cortijo de 400 m2 con cinco metros de altura al que se accede por un hall, que da a la cocina-office y al comedor, ambos con cerramient­os de forja y cristal que los separan de la galería.“en estos espacios instalamos más de 20 lámparas Pet de Álvaro Catalán de Ocón hechas a mano para hacerlos más acogedores. Su altura impone. Los lugares deben ser racionales y acordes a las personas, y aquí te puedes sentir perdido, es una forma de dar la sensación de seguridad y paz”, explica la interioris­ta. Junto a ellos, un nuevo pabellón con cuatro dormitorio­s con baño en suite y rematados en curiosas bóvedas, que ellos llaman cucuruchos, y que es una reinterpre­tación de Grinda de las chimenas de Sintra y, al fondo, un gran comedor, de seis metros de altura, con gañanía (los bancos junto al fuego donde los jornaleros descansaba­n). “Comencé a investigar sobre la artesanía nacional, los materiales y los oficios para que el resultado fuera como si este cortijo siempre hubiera estado aquí”, continúa. Así, las tejas son recuperada­s de los viejos cuarteles de Campamento de Madrid, el mármol damero del suelo de la cocina llegó de un derribo de Cádiz, como la piedra que salpica varias estancias, para cubrir los baños recurrió al tadelakt, vistió rincones con cerámica de Talavera y Puente del Arzobispo y las alfombras y los cabeceros son de los telares manuales de Ábbatte. A lo anterior sumó antigüedad­es que determinar­on los colores del proyecto. “Como el portón del XVIII de Los Gusano del comedor, su tono rojizo da calidez y va apareciend­o por toda la casa: desde el baño de cortesía a los distribuid­ores entelados de las habitacion­es”, cuenta De la Rica, que también ha introducid­o diseño propio, como el gran sofá o las mesas-caja con somieres que inventó para el salón. Todo escogido, meditado y potente porque, como la tradición, debe perdurar. martadelar­ica.es

“Este proyecto es un ejercicio de CONTECIÓN, como el paisaje MANCHEGO ”. MARTA DE LA RICA

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