TIPO FINO
DE MADRID A MILÁN. DAVID LÓPEZ QUINCOCES SE HA HECHO UN HUECO EN LAS GRANDES LIGAS DEL DISEÑO CON SU TRAZO LIMPIO Y CONCISO.
“Intento llevar las cosas al límite, empujar hasta donde ya no llegas y refinar, lograr una curva que parece imposible...”. DAVID LÓPEZ QUINCOCES
Posa con naturalidad ante la cámara y no protesta cuando vamos ya por la quinta opción de retrato. David López Quincoces (Madrid, 1980) maneja con soltura su 1,90 de altura y se siente cómodo frente al objetivo. Parece guiri, y no solo por su pelo rubio oscuro y ojos azules; tantos años en Milán hacen que hable un castellano plagado de palabras italianas y con la musicalidad del país vecino. Llegó a la capital lombarda hace más de una década cuando, tras estudiar Historia del Arte en la Complutense, decidió que le interesaba más el diseño y se matriculó en un máster en arquitectura de interiores en el mítico Politecnico, el mismo donde estudiaron Ponti, Rossi o Castiglioni. Otra miríada de ilustres: Lissoni, Citterio, Giovannoni, Branzi… estaba entre los profesores. Al acabar, a finales de 2005, entró a trabajar en el estudio del primero como meritorio, dibujando en 3D. Con los años pasó a ser su mano derecha. “He aprendido todo lo que tenía que aprender de Piero Lissoni, me dio todas las oportunidades posibles. Aunque me lo curré muchísimo. Me sentía obligado a demostrar algo al no tener el background de arquitectura del resto”, arranca. Sobre todo hizo hoteles, alrededor de 10, el más potente el Conservatorium en Ámsterdam. “Cinco años viajando allí todas las semanas, una paliza. Es muy complicado pero una vez aprendes y sabes cómo funciona, es divertido, cuando te cansas de ejecutar habitaciones pasas al lobby”. Con el que reconoce como maestro, Quincoces comparte una gran parte de ADN estético: limpieza, precisión, concisión, perfeccionismo, reducción... tanto en sus interiores como en sus muebles. “Intento llevar las cosas al límite, empujar hasta donde ya no llegas y refinar. A veces es la sección mínima de una silla, rebajar el peso, lograr una curva que parece imposible, llegar al mínimo para que la mesa sea estable y no vibre y siempre respetando el punto di partenza. Todos los proyectos
tienen una sfida, un reto”. Con el estudio del italiano creó piezas a medida para contract y aunque no se producían masivamente, le fue picando el gusanillo de la edición. “El diseño al principio fue más bien una vía de escape para poder hacer cosas por mí mismo sin tener que rendir cuentas a nadie. Son proyectos cápsula más fáciles de gestionar, con un desarrollo mucho más corto y una capacidad de acción mayor. Casi era más un divertimento, un placer”, recuerda. En 2011 se estrenó para Lema con Filo, una mesa larguísima, ligerísima y estilizada como un galgo. De nuevo Lissoni, que llevaba años trabajando para la editora, fue también su padrino. “Le enseñé el prototipo, le gustó y les llamó directamente. Fue muy generoso. Para mí es como un hermano o un padre. Solo puedo hablar bien de él”. A ella le siguieron nuevos diseños para Lema, Living Divani, Potocco o Salvatori y, en breve, una lámpara para Oluce y unos jarrones para Bitossi que ultima junto con un pequeño hotel, justo encima de su oficina, y residencias privadas en Venecia, Milán, Roma, Miami o Croacia. En 2008 había montado su propio estudio Quincoces-drago & Partners que fue sacando adelante en fines de semana, horas de comer y noches. Su primera obra importante: el Café Trussardi. En 2014 su novia Fanny Bauer, arquitecta, comenzó a trabajar con él y, ley de vida, en 2018 David abandonó definitivamente el nido Lissoni para montarse otro: Six Gallery, una espectacular nave galería-estudio donde exponen antigüedades que encajan con su sensibilidad junto con muebles propios en edición limitada. Tiene claro que su trayectoria hubiera sido otra de haber vuelto a nuestro país. “Sobre todo en la parte de diseño donde hay que estar muy presente y hay que generar una relación de confianza. Con Lema es ahora cuando trabajamos de forma fluida”. Viniendo de donde viene y haciendo lo que hace es inevitable mentar la palabra minimal, pero no le gusta. “Intento que el proceso sea lo más natural posible, sin forzar, que te salga de dentro, de forma innata, casi sin pensar. A nivel estético soy consecuente. Mis piezas de hace 10 años tienen todo que ver con las de ahora, las puedo poner juntas y comparten muchas características. Y atemporalidad, nada llamativo ni de moda, que sea clásico y contemporáneo al mismo tiempo. Eso es lo más difícil para que el producto tenga una larga vida”, remata con gravedad. quincocesdrago.com / six-gallery.com