Castillo Marino
Lorenzo Castillo desembarca en Menorca. Un palacio del XVIII en Mahón, que ha llenado con telas y piezas de buen pedigrí, es su puerto allí.
El interiorista Lorenzo Castillo ha remodelado un palacio del XVIII en Mahón con su inconfundible sello: cerámica popular, antigüedades, tapicerías y un relajado poderío.
señorial pero fresca, imponente pero relajada, vestida, rica, con sabor mediterráneo pero sobre todo muy Lorenzo. Y es que a Castillo se le reconoce ya sea en la ciudad, en la montaña o en el mar, como es el caso. Su filia tapicera, sus antigüedades del XVIII, su cerámica popular, los souvenirs de maestros como Madeleine Castaing, Gabriella Crespi o Pinto Coelho, todos están aquí, en la casa en Mahón que ha estrenado este verano. Un palacete noble de cinco plantas en una calle donde el tiempo parece que se detuvo a finales del XVIII, cuando franceses e ingleses ya habían dejado su poso aquí. “Hace dos años, cuando preparaba el libro monográfico sobre mi trabajo y necesitaba aislarme, me invitaron a su casa de Menorca mis buenos amigos Javier Goyeneche y Macarena Rey. Por las tardes recorría con ella esta ciudad, hasta entonces solo había estado en Ciudadela, y me enamoró. Sobre todo la calle Isabel II, la más noble, que es preciosa. En ella nada molesta a la vista y es donde están todos los palacios, como aquí los llaman. Así que me puse a ver cuales se vendían en ella. A la semana ya había comprado uno. Era un gran agujero negro pero tenía alma”, nos cuenta el interiorista. “En la isla hay una arquitectura de interiores preciosa y he querido dejarla lo más fiel posible, rehaciendo lo perdido en el mismo espíritu”, continúa. Obviamente, una distribución del XVIII no es apta para la vida moderna, por ello la tocó, pero de una manera tan respetuosa que parece que siempre estuvo así. “Estaba cerrada al mar, antes las casas vivían de espaldas a él para evitar los rigores del clima y la tramontana, y toda mi preocupación ha sido abrirla a la bahía (ha diseñado una cabina de ducha para poder contemplarla tanto desde ella como desde su vestidor) y que entrase mucha luz”. Encaramada al enorme puerto natural de la capital, el más grande del Mediterráneo, tiene cerca de 1.000 metros cuadrados ordenados en seis niveles. En la planta calle, un generoso zaguán y dos habitaciones con baño de invitados. De ahí, una pequeña escalera de servicio baja a
una gran sala abovedada que da al mar y que Lorenzo ha dejado diáfana. Eran las antiguas cuadras y en ella ha montado lo que llama con humor una boite. La otra, la principal, lleva a los cuatro pisos restantes organizados como pequeños apartamentos. “Van haciendo zigzag y son más bien entreplantas, cada una con su baño y zona de estar o de trabajo. La primera para mi madre, en la segunda la cocina y el comedor, que son el corazón, la tercera para mi hermana Clara y la cuarta para Alfonso y para mí, estas dos últimas con terraza”. Reconoce que ha sido una obra complicada, pues se había perdido mucho de lo original. “Aunque lo que quedaba era muy bonito. Por ejemplo, en la galería, la ventana en arco fue la primera que se hizo en la ciudad, aquí las llaman boinders, por la palabra inglesa bow window”. Aparecieron los artesonados escondidos tras los cielos de escayola: “Los tapaban en las casas urbanas porque les parecían muy rústicos”. Replicaron las ventanas de guillotina o en forma de abanico a partir de las existentes, la mayoría destrozadas, y para no tocar los estucos ni picar las pareces de piedra de marés, dejaron todas las instalaciones a la vista. Lorenzo ha salpicado de sabor a mar todas las estancias: maquetas de barcos, azules y verdes isleños, apliques con forma de caracola, tiradores como ramas de coral o, en el colmo de la sutileza, los de galuchat de la cocina, pero con cuidado en alejarse de los tópicos. “Quería ser respetuoso con lo menorquín sin caer en lo popular, el blanco y lo payés. Durante la reforma, determinadas habitaciones me recordaban a las casas de Sicilia o a las de Tánger, y es que todo es Mediterráneo. Menorca tiene un pasado noble y muy importante comercialmente entre los siglos XVI y XIX y es un crisol de los pueblos que pasaron por ella: árabes, franceses, ingleses… He querido esto quede reflejado”. Y remata: “Mi madre ha dicho que es la casa más bonita de todas las que he hecho”. No es amor de madre. LORENZOCASTILLO.ORG