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Michael Miranda y su estudio Ding Dong son parte de la nueva ola de la decoración portuguesa. Su casa en Oporto, fifties, refinada y con color, resume su buen hacer.
El diseñador Michael Miranda, de estudio Ding Dong, habita una casa de campo en Oporto en la que, con el punto refinado de sus trabajos, ha conservado su alma y colores fifties.
Quería que al entrar tuvieras la sensación de que es un refugio de vacaciones. Salió tan bien que, aunque pensábamos venir solo los fines de semana, durante la reforma decidimos mudarnos”, cuenta Michael Miranda sobre su vivienda al sur de Oporto. El diseñador de interiores y parte del estudio luso Ding Dong, su novio y Boris y Lupita (sus perros de agua portugueses) viven en esta casa de dos plantas construida en los 50 para una familia holandesa en Miramar, un popular destino de playa a mediados del XX, en la que la magia midcentury toma cada rincón. “Se dice en la zona que el marido era espía –arranca el decorador–. Me sedujo por las formas simples de su arquitectura, entre soft modern y portugués vernacular, con similitudes a las casas de campo americanas, y por su ubicación, cerca del mar y rodeada de árboles y camelias”, explica. Aunque en el exterior respetó su estilo y “es difícil saber qué es nuevo y qué original”, en su interior de 350 m2 solo mantuvo los techos de madera y los radiadores y redistribuyó todas las estancias para obtener cuatro dormitorios, otros tantos baños, cuarto de estar con chimenea, comedor, cocina, sala de televisión, otra de verano con acceso al jardín, piscina y bodega. En cada una de las habitaciones reflejó su obsesión por los materiales naturales, algo básico en sus proyectos, con suelos de Travertino, maderas lacadas, papeles pintados de seda y alfombras de lana. El resultado es una mansión que respeta su espíritu cincuentero, gracias a los colores, la mayoría pastel, y a una mezcla de piezas icónicas, de diseño propio y con toques inesperados y algo kistch, como los bajorrelieves de bananas de la artista Iva Viana o los torpedos alemanes comprados en una subasta. “Siempre trato de poner diversión en la armonía con la que dispongo los muebles. Puede ser añadiendo piezas contradictorias, que rompen los esquemas, o con elementos familiares. Me gusta que las cosas no se tomen demasiado en serio”, concluye Miranda. DINGDONG.PT