AD (Spain)

Brillos y ladrillos

DESPRECIAB­A EL TÉRMINO MINIMALIST­A. NUNCA SE SINTIÓ ESCULTOR. ODIABA EL ACRÓNIMO SOHO, DONDE VIVIÓ DESDE 1968. NADIE PODÍA DISCUTIR CON ÉL. SOLO SUS DOS HIJOS. PARA ELLOS ERA DON, PARA EL MUNDO, DONALD JUDD.

- Por JESÚS CANO ilustració­n: JOSEPHIN RITSCHEL

Relatamos la vida y casa del artista Donald Judd, uno de los padres del minimalism­o, desde el sintético apartament­o que habitó desde 1968 en el SoHo de Nueva York.

Invierno de 1993. Donald Judd tiene estudio en Colonia desde hace tres años. Está con su pareja de entonces, la comisaria alemana Marianne Stockebran­d. Llama a sus hijos y les anuncia que le van a practicar una biopsia en un hospital. Tres meses después, ya en Nueva York, fallece. Era el 12 de febrero de 1994. Tenía 65 años. Su última voluntad trae sorpresa y deudas. “Dijo en su testamento que se tomó mucho tiempo para colocar las piezas allí –se refiere a sus casas en Manhattan y en Marfa (Texas)–, así que pidió: déjadlas donde están”, cuenta su hija Rainer. Ella tenía 23 años y su hermano Flavin, dos más. Se

pusieron manos a la obra para cumplir el deseo de Don. Crearon una fundación y sanearon las cuentas. En 2010 subastaron más de 30 esculturas y reunieron 23 millones de dólares para restaurar el que fue su hogar familiar en Nueva York, en el 101 de Spring Street. La viuda alemana no estuvo de acuerdo y abandonó el patronato. Hoy la casa se conserva fielmente pero adaptada al XXI (léase doble cristal, sistema antiincend­ios y control de temperatur­a y humedad). La historia de esta artística morada arranca en noviembre de 1968, cuando Don tira de chequera y escritura a su nombre, por 68.000 dólares, un edificio de 1870 en Spring con Mercer Street. El barrio –entonces degradado, hoy una gran zona comercial de lujo– era conocido como Cast Iron District. La parcela era alargada y estrecha (apenas 23 por 7,5 metros), tenía cinco pisos y dos sótanos que recibían luz a través de los tragaluces de la acera. La fachada estaba diseñada con una repetición de piezas de hierro fundido y cristalera­s, proyecto de Nicholas Whyte, tal vez para unos grandes almacenes de telas. Durante décadas, nadie osó compartime­ntar las plantas y el artista, padre del minimalism­o, cumplió la tradición. “Las circunstan­cias dadas fueron muy simples: los pisos deben estar abiertos; el ángulo recto de los ventanales en cada planta no

“Siempre he necesitado mi propio TRABAJO en mi propio ESPACIO”. DONALD JUDD

debe ser interrumpi­do y cualquier cambio debe ser compatible”, escribió en un ensayo de 1989 sobre su casa. Cada planta sería temática. Quinta: dormitorio, cuarta: su versión de un salón, tercera: estudio, segunda: cocina y comedor, planta calle: galería. Esta última empezó siendo su taller pero con la fama se sintió demasiado expuesto y se trasladó un par de niveles más arriba. Judd fue un hombre renacentis­ta que creó pinturas, esculturas –objetos específico­s, segun él–, grabados, muebles, ensayos y hasta paisajes con sus piezas monumental­es. Nació en 1928 en Excelsior Spring, Missouri. Estudió filosofía y se doctoró en Historia del Arte en Columbia. Hasta 1965 se ganó el sustento como crítico y no fue precisamen­te complacien­te con sus futuros colegas. A una obra de Anselm Kiefer la describió como “una de las peores pinturas que he visto en todos los aspectos” y de una exposición de Cy Twombly dijo que era, simplement­e, “un fiasco”. Sus primeros trabajos fueron pinturas abstractas –malas–. Sus cajas o bloques de madera llegaron a principios de los 60. Eran torpes. Don no era un manitas y necesitó la ayuda de su padre, carpintero aficionado. A partir de 1964 las realizan talleres expertos. Fue un acierto. Su tarea principal era hacer dibujos detallista­s y supervisar la producción. La primera exposición llegó en 1963 en la Green Gallery de Nueva York.

El 101 de Spring Street es un templo del ángulos rectos con algunas curvas. No las puso el dueño pero las eligió: son una mecedora y sillas Thonet, butacas y una mesa laminada de Alvar Aalto y asientos tubulares de Mies van der Rohe. También reconocemo­s la Zig Zag de Gerrit Rietveld. Y están sus amigos: arte de Dan Flavin, Claes Oldenburg, John Chamberlai­n, Frank Stella, Larry Bell... Antes de clavar una escarpia en la pared todo fue meticulosa­mente pensado. Si en sus cajas –sólidas, cerradas, abiertas, huecas, compartime­ntadas, transparen­tes, de madera chapada, plexiglás, hierro, aluminio, cobre, latón, acero, pintadas o en bruto– todo está calculado, en su casa ejerció el mismo férreo control. Hay especial atención al detalle, a la escala, a los intervalos... En el quinto piso, el rodapié –del mismo roble que la tarima– se embute en la pared para crear un plano empotrado. En el tercero, el nuevo suelo no llega a la pared para dejar ver el original. Y en el cuarto, el techo se cubre de la misma madera que el piso. En la cocina, las dos primeras baldas se colocan a una distancia de 5,08 cm (2 pulgadas) y la siguiente se coloca al doble, hasta llegar a 30,48 cm entre las últimas. Han avanzando entre ellas en dos pulgadas. ¿Para que necesitaba una balda tan estrecha? “Para los cubiertos”, hubiera respondido.

Visitar su casa es pasar un rato con Donald. Están sus lápices, sus libros, una máquina aterradora de cortar embutidos o sus coleccione­s de jarras o máscaras africanas. “Judd quería alejarse de esa idea mística y romántica de que la obra de arte debe ser una traducción de las emociones del artista”, explica Anna Temkin, comisaria de su exposición en el MoMA, la primera gran retrospect­iva en EEUU tras su muerte. Su trabajo juega con el espacio, ahí está su aportación. La casa fue una aventura curatorial donde experiment­ó cómo vivir con arte, al igual que su otra residencia en Marfa (Texas), con sus tres ranchos y 10 edificios. Allí se trasladó en 1977 coincidien­do con un divorcio digno de un telefilme (padre que recoge a los niños a la salida de la escuela de Nueva York y los mete en un avión hacia Texas), un juicio-batalla y una custodia ganada. En aquella segunda morada creó sus famosos muebles para los pequeños. Aunque el primer modelo lo hizo antes, en 1970, para la calle Spring. Era una cama con tableros elevados unos centímetro­s del suelo. Hay que imaginar a su entonces esposa, la bailarina Julie Finch, embarazada, colocando las sábanas (se tenía que tumbar para ello). Cuando ésta compró un sofá en pana marrón fue recibido con gritos. La casa era calurosa en verano y fría en invierno. Llena de gente. Más caótica que la imagen actual. Los Judd, más que vivir, acampaban. Hay una foto de 1970 donde el dormitorio impoluto de hoy aparece con torres de libros, un televisor, botellas y dos colchones –los niños dormían con ellos–. Donald odiaba desprender­se de sus creaciones. Le molestaba cualquier muesca que pudieran sufrir en una exposición. “Siempre he necesitado mi propio trabajo en mi propio espacio”, dijo. Allí sigue. JUDDFOUNDA­TION.ORG

 ??  ?? El dormitorio, ilustrado por Josephin Ritschel, con, desde la izda., en la pared, obra de Donald Judd y Light Fixtures at La Coupole (1964) de Claes Oldenburg, camaplataf­orma diseño del artista, banco italiano del XIX e instalació­n de tubos fluorescen­tes y espejos de Dan Flavin que reproduce las ventanas del edificio en 101 Spring Street.
El dormitorio, ilustrado por Josephin Ritschel, con, desde la izda., en la pared, obra de Donald Judd y Light Fixtures at La Coupole (1964) de Claes Oldenburg, camaplataf­orma diseño del artista, banco italiano del XIX e instalació­n de tubos fluorescen­tes y espejos de Dan Flavin que reproduce las ventanas del edificio en 101 Spring Street.
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 ?? Side Recessed. ?? En la cuarta planta, una pintura de gran formato de su amigo Frank Stella y mesa con sillas Zig Zag de Gerrit Rietveld. Debajo, Donald Judd, ilustrado por Josephin Ritschel, con dos de sus sillas
Side Recessed. En la cuarta planta, una pintura de gran formato de su amigo Frank Stella y mesa con sillas Zig Zag de Gerrit Rietveld. Debajo, Donald Judd, ilustrado por Josephin Ritschel, con dos de sus sillas
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Donald Judd, Spaces,
con dos fotografía­s del dormitorio en los años 70.
El comedor y la cocina del primer piso, todo diseño de Judd. Arriba, el edificio del Soho, una estructura de hierro de 1870 y el libro Donald Judd, Spaces, con dos fotografía­s del dormitorio en los años 70.
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 ??  ?? En la zona de biblioteca, en el tercer piso, sillas y mesas de Alvar Aalto y estantería hecha en madera diseño del artista donde todavía se almacenan sus herramient­as y coleccione­s.
En la zona de biblioteca, en el tercer piso, sillas y mesas de Alvar Aalto y estantería hecha en madera diseño del artista donde todavía se almacenan sus herramient­as y coleccione­s.
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Retrato de Donald Judd en la primera planta de Spring Street, donde estaba la cocina, un banco con chimenea y un comedor con sillas Thonet, reflejo del estilo austero que amaba el artista.

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