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El pintor del silencio

El catalán Ramón Enrich, que inaugura exposición en la Pigment Gallery de Barcelona, nos habla de su arquitectu­ra silenciosa, de su amigo Hockney y de cuando se fue a vivir al desierto de Texas siguiendo a Donald Judd.

- Por ITZIAR NARRO

El pintor de la arquitectu­ra silenciosa, Ramón Enrich, inaugura exposición en la Pigment Gallery de Barcelona en septiembre y aprovecham­os para entrevista­rle, desde sus inicios en Igualada hasta su experienci­a en el desierto de Texas, adonde se fue persiguien­do las huellas de su admirado Donald Judd. Sus pinturas y esculturas hablan del espacio vacío y del proyectado, de la proporción y del color, y recuerdan a los silencioso­s paisajes de Giorgio de Chirico. “Soy muy sofisticad­o a través de lo más simple. Me gusta que el peso de la historia se note en mi obra a través de las texturas y los colores. Y todo eso con un punto de ironía y una cierta perversión infantil”, nos cuenta. Enrich (Igualada, 1968) estudió en Barcelona antes de irse becado a Alemania y después a Estados Unidos. “Son mis batallitas de juventud. Fui a ver a Donald Judd al desierto de Texas y me quedé seis meses... Cuando acabé la Universida­d me di cuenta de que necesitaba salir y llamé a la puerta de gente que me fascinaba. Algunos me re

chazaron con peor educación y otros me aceptaron”. Entre los últimos, David Hockney, con el que sigue manteniend­o amistad y correspond­encia. Desde Igualada, porque Enrich decidió volver y abrir taller en su tierra. “Me llevé el bagaje de los artistas que admiraba y con modestia intenté ser un profesiona­l de este oficio, que es tener un sello propio, inconfundi­ble, que no haga falta firmar”, sigue. Su obra conecta con la arquitectu­ra simbólica, de la que es admirador. “Yo empecé pintando cementerio­s, pero no en plan romántico, sino de manera conceptual. Y eso me llevó a Judd”, del que dice que era un chapuzas que tuvo la inteligenc­ia de encontrar un taller que transforma­ba de forma impecable sus diseños. En la base de su trabajo (el de Enrich) está la manualidad. “He buscado este camino para que sea unipersona­l, no replicable. Los píxeles me aterroriza­n. Mi arquitectu­ra intenta separarse cada vez más de los renders, por eso mis paredes no son rectas: que cada toque de pincel se note, que se sienta su vibración, que sea único y artesano”. La literatura también está muy presente en sus creaciones, igual que el cálculo. “Cuando mezclas la poesía con las matemática­s o la arquitectu­ra es muy poderosa y muy seductora, por eso a veces escribo letras en los muros o planto frases en mis pinturas. Habla de este mundo tan cuadradito en el que vivimos, en el que todo está mecanizado. Y no deja de ser irónico que tenemos libertad máxima para hacer lo que queramos pero al mismo tiempo todos estemos en el mismo tubo haciendo las mismas cosas”. DESDE EL 15 DE SEPTIEMBRE EN PIGMENT GALLERY DE BARCELONA. RAMONENRIC­H.COM

“Me gusta que mi obra tenga un punto de serenidad pero también de mala leche, que no sea cortés sino que despierte la mirada ”. RAMÓN ENRICH

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Escultura de hierro pintado Can Bou (2019) y, arriba, acrílico sobre tela Modi-3 (2019), todo de Enrich. En la otra página: Pintura Blue.D (2019) del catalán.
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Tela Mha (2018) y, debajo, Enrich en su estudio de Igualada y una de sus fotografía­s tomadas en Marfa, el desierto en Texas donde trabajó junto a Donald Judd.
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