Área de descanso
El artista BOSCO SODI ha creado un refugio para su familia en la costa mexicana: unas palapas tradicionales con techos de paja, abiertas y descomplicadas, frente al mar.
Aunque no es arquitecto, el artista Bosco Sodi se lanzó a crear su guarida en Puerto Escondido, México, un conjunto de palapas con techos de paja frente al océano Pacíico.
Bosco Sodi y Lucía Corredor en la piscina con sus tres hijos, Mariana, Bosco y Álvaro, y su perro Rey. La casa, diseñada por el artista, consta de una serie de palapas tradicionales oaxaqueñas con techos de paja que se abren a un patio interior y a la playa.
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bosco Sodi comprende la virtud de la paciencia. Para sus pinturas más conocidas, el artista unta lienzos con una mezcla pesada de pigmento, madera, pegamento y fibras naturales, en un intenso proceso físico e intuitivo, en solitario, durante horas y horas. Luego pasan semanas o incluso meses hasta que esa masa se seca dando como resultado peculiares topografías, cada obra se resquebraja al capricho de las condiciones climáticas, revelando matices impredecibles. "Las cosas se vuelven más hermosas a medida que pasa el tiempo –cuenta Sodi–. Quiero trabajar con los elementos, no contra ellos". Esa fue la idea para su nueva casa familiar en Puerto Escondido, un destino de moda surfero en la costa mexicana del Pacífico. Terminada hace dos años según un diseño de Sodi, la vivienda está dentro del terreno de Casa Wabi, un proyecto que combina un programa de residencias artísticas, fundación y espacio de exhibición. Durante la contrucción del complejo, en 2013, colaboró con algunos de los arquitectos más importantes del mundo: Tadao Ando concibió la estructura principal, con sus característicos muros de hormigón; Álvaro Siza ideó el estudio de cerámica, que se distingue por un tabique de ladrillo curvo y un imponente horno de Alberto Kalach, y Kengo Kuma creó un escultural gallinero de tablas de madera entrelazadas. Para la casa, Sodi se inspiró en todos ellos. "No soy arquitecto, pero quería experimentar con los materiales", dice. Frente al océano, la vivienda combina cemento, arcilla y madera en una serie de palapas abiertas al aire libre, cuyas superficies ondean al viento de la brisa salada. Los tejados de paja tradicionales de Oaxaca ofrecen sombra para el duro sol tropical, los huecos de suelo a techo enmarcan la vista y las paredes de estuco y ladrillo revelan la mano de los artesanos locales. No hay aire acondicionado, solo ventiladores de techo, y la conexión a internet es irregular. En el exterior, una piscina se extiende hacia las olas, reflejando cada atardecer.
Este tramo costero ha sido, en muchos sentidos, el hogar del artista durante décadas. Comenzó a acampar aquí cuando era adolescente y luego le enseñó la zona a su mujer, Lucía Corredor, cofundadora de la tienda de diseño y estudio de interiorismo Decada en Ciudad de México, que se encargó de la decoración, mezclando piezas rústicas y artesanales. Después de construir otras dos casas con su padre en Puerto Escondido, Sodi finalmente compró la parcela frente al mar de Casa Wabi. "Nos enamoramos de la energía del lugar", dice, y agrega que estaban ansiosos de que sus tres hijos, Bosco, Mariana y Álvaro, experimentaran esa magia. "Como vivimos en Nueva York, quería que ellos vieran sus raíces mexicanas, que entendieran su cultura". Antes la familia podía descansar aquí en las residencias de artistas, pero ahora su nueva casa les permite quedarse todo el tiempo que deseen, como el año pasado, sorteando el confinamiento neoyorquino. "Al principio pensábamos que solo estaríamos un par de semanas, pero terminó siendo el lugar perfecto para nosotros y los niños", cuenta ella recordando los paseos por la playa, las noches de cine al aire libre con un proyector y una sábana y las cenas con amigos. "Casa Wabi es mi terapia, es un ritmo muy diferente, muy especial", prosigue él. Esa desconexión ha demostrado ser un potente combustible creativo para el artista, que trabaja en un estudio cerca de allí. Durante la pandemia comenzó a pintar en los sacos utilizados por los vendedores locales para almacenar chiles (era imposible conseguir lienzos) y también moldeó una serie de esculturas esféricas con arcilla local, dejadas secar más de dos meses antes de cocerlas que se expusieron en Pioneer Works de Brooklyn, como complemento a su individual el pasado noviembre en Paul Kasmin: pinturas totalmente blancas con las formas de las ramas de los árboles. También publicó en verano un nuevo libro, En Cuarentena, una recopilación de reflexiones filosóficas. Unir a las personas, fomentar la comunidad, conectar con la naturaleza ("Cuando llueve mucho, el agua puede acumularse dentro de las habitaciones", asegura), todo esto está en su trabajo y ahora también en su nuevo hogar. BOSCOSODI.COM CASAWABI.ORG
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