CONSTRUIR CON LAS MANOS
JACQUES COUËLLE llenó la Costa Azul y Cerdeña de viviendas como construcciones TROGLODITAS. Así es la arquitectura so isticadamente primitiva que levantó sin planos.
"La casa del hombre debería ser un elemento de protección, como lo es para los animales, como el útero materno". Así concebía Jacques Couëlle (Marsella, 1902-París, 1996) su arquitectura, una reivindicación de las formas orgánicas, el paisaje, la artesanía y lo vernacular frente al racionalismo con el que se topó al empezar a trabajar. En realidad Couëlle no fue solo constructor, sino también diseñador de joyas, pintor y amigo cercano de Picasso o Dalí. Un hombre poco convencional que comenzó su carrera inventándose un castillo medieval para un multimillonario americano en 1926 y acabó transformando la
Costa Esmeralda de Cerdeña. Couëlle, que nunca se licenció en nada, abrió estudio propio en Aix-en-Provence, el Sur de Francia, en 1925. En el 46 fundó el Centro de Investigación de Estructuras Naturales para explorar su gran obsesión vital: cómo integrar las viviendas en la naturaleza. En esos años diseñó L'Acropole de la Négritude en la isla de Gorée en Senegal y en los 50 fue uno de los elegidos por el Aga Khan para convertir Cerdeña en un pequeño paraíso para la jet-set. Allí pudo por primera vez experimentar a lo grande y en el hotel Cala di Volpe están todas las claves de su obra: paredes curvas que parecen surgir de las rocas, materiales de la zona y esa sensación de vuelta a la tierra casi primigenia. "He creado una arquitectura diferente que no está relacionada en absoluto con las grutas pero que al mimetizarse con el paisaje acaba pareciéndolo. Por eso me llaman el arquitecto troglodita", confesó en una entrevista con la televisión italiana. Sus "esculturas en las que habitar", como las llamaba, consiguieron su máxima expresión en los años 60 y en la Costa Azul, donde
diseñó cinco viviendas en Castellaras, cerca de Cannes, sobre un acantilado, que todavía hoy son codiciados destinos de lujo y su mayor legado profesional. Cerámica en las paredes, barandillas de hierro esculpidas por artistas, murales surrealistas y escaleras pintadas por artistas amigos, grandes aperturas al exterior y una escala de construcción basada en las pisadas de sus futuros habitantes, algo que él llamaba el Test Tristan. "No concibo mis obras sin estar totalmente imbuidas en el lugar en el que se encuentran", explicó en una ocasión. Y es que era en su estudio, sin planos, como si fuese un escultor, donde Couëlle diseñaba sus grutas a partir de un entramado de varillas metálicas recubiertas de hormigón formando bóvedas, arcos y oquedades que remiten al origen, al principio de todo. Al útero de la tierra. Por suerte su único hijo, Savin, recogió el testigo y replicó la fórmula en nuevas construcciones sofisticadamente vernaculares.