Los colores de la tierra
Hay algo en la arquitectura vernácula que la hace tremendamente poderosa. Sus volúmenes se alzan regios prolongando los colores de la tierra que la sustenta. Impresiona en ciudades como Beirut, donde la arquitectura contemporánea se integra a la perfección con la tradición en las fachadas corrugadas y sus texturas, similares a los estratos de piedra caliza de las rocas Raouché (un par de formaciones de piedra que se elevan desde el mar como islas) al sur de la ciudad. Algo parecido se aprecia en la isla de Mallorca con el marés, la piedra de las Islas Baleares con la que Jørn Utzon levantó su refugio Can Lis, frente al mar. El inconveniente que tuvo el arquitecto danés fue padecer el mal de los marineros del norte y el reflejo del sol en el mar acabó siendo insostenible para sus ojos azules. Por este motivo, se alejó de la costa hacia el interior para construir una segunda vivienda, también de marés, donde se instalaría sus últimos días y a la que llamó Can Felicitat. Este otoño, los colores de la tierra se apoderan también del interior de nuestras casas, de los muebles y hasta de las telas que los cubren. Por eso, en este número de noviembre, en AD España celebramos la temporada llenando nuestras páginas de telas, como lo hacen en Valverde de la Vera, al nordeste de la provincia de Cáceres. Hasta Extremadura hemos viajado para comprobar en primera persona su gran despertar, porque –como dejó escrito Unamuno en algún cuaderno de viajes– no basta con "el correr del tren" para entender su paisaje. Desde que en 2004 el arquitecto Andrés Jaque llevara a cabo la restauración de la Casa Sacerdotal de Plasencia, en la comarca extremeña no han parado de proliferar proyectos e iniciativas vinculadas al mundo del diseño, el interiorismo y la arquitectura, como su festival Tejiendo la calle, que recupera las técnicas artesanales cubriendo sus calles con tapetes de ganchillo confeccionados a partir de materiales reciclados como bolsas de plástico, lonas o redes de pesca. Lo hemos descubierto a través del objetivo de Asier Rua y del interiorista Guille García-Hoz, que ha levantado en la provincia de Cáceres su nuevo refugio. Quizás, como advirtió Unamuno, haya descubierto también que las tierras de Extremadura "serán suelo y residencia de una vida colectiva". En AD España ya la estamos viendo florecer. ¡Feliz otoño!