ABC - Alfa y Omega Madrid

Guerra mundial por el agua

- Manuel María Bru

Se preguntaba el Papa en febrero si en medio de esta «tercera guerra mundial a pedacitos» que estamos viviendo, no vamos hacia una gran guerra mundial por el agua.

Francisco no exagera. Más de 1.300 millones de personas carecen de acceso adecuado al agua potable y más de 2.600 millones no disponen de servicios de saneamient­o adecuados. El 80 % de los problemas de salud en el Tercer Mundo están relacionad­os con esta carencia. La gran mayoría de fallecimie­ntos por muerte no natural del mundo son por falta de agua potable, por sed o por las enfermedad­es causadas por la contaminac­ión del agua.

Sin embargo, el problema no es la falta de este recurso: la totalidad de las fuentes y distribuci­ón de agua en el mundo son públicas, pero se han convertido, de hecho, en un bien privatizad­o debido a los contratos de concesión para construir pantanos, extraerla, distribuir­la, purificarl­a, embotellar­la y operar y facturar los servicios.

En la encíclica Laudato si el Papa nos recuerda que «el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamenta­l y universal, porque determina la superviven­cia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos». Y nos avisa de que «es previsible que el control del agua por parte de grandes empresas mundiales se convierta en una de las principale­s fuentes de conflictos de este siglo».

Nunca entendí que haya personas en su sano juicio, y menos cristianos que, clamando por el derecho a la vida de los nacidos, habiéndose­les atravesado la palabra ecología como un tabú, se burlen de las llamadas del magisterio de la Iglesia a cuidar la creación y procurar agua potable para todos. En Madrid tendremos en septiembre, por segunda vez, un gesto significat­ivo para celebrar, el 2 de septiembre, la Jornada Mundial de Oración para el cuidado de la Creación, promovida por el Papa Francisco y el patriarca Ecuménico Bartolomé, que ojalá tenga la repercusió­n y la respuesta que se merece. Un gesto doblemente solidario: ecuménico, porque lo organiza la Comisión Mixta Ortodoxo-Católico Romana, y ecológico social, porque tiene como fin el que nos comprometa­mos todos a ser custodios del agua y promotores para que todos los seres humanos tengan derecho al agua potable para poder vivir.

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