Residencias, asistencia a domicilio y asesoramiento a empresas
La conversión de Leonard Cheshire, barón Cheshire desde 1991, fue el punto de partida de la mayor estructura asistencial británica para minusválidos, con la excepción del servicio público de salud. A día de hoy son más de cien las residencias Leonard Cheshire en territorio británico. Una de ellas tiene su en Park House, sita en la finca de Sandringham, propiedad personal de la Reina Isabel II, que distinguió en 1982 al fundador con la Orden del Mérito, reservada solo a 24 personalidades, y al que mencionó en su discurso navideño de 1992. Además de las residencias, la Fundación Leonard Cheshire ofrece, entre otros servicios, asistencia a domicilio y asesoramiento a empresas que quieran acoger a personas con discapacidad. Fuera de Gran Bretaña, tienen más de 300 residencias en una cincuentena de países. A mediados de los 50, Cheshire creó las Peregrinaciones Rafael, para facilitar el viaje a Lourdes de estas personas. Todo es
fruto de su trabajo y de la colaboración de su segunda esposa, Sue Ryder, también conversa al catolicismo, con la que se casó en 1959 en la catedral de Bombay. En Gran Bretaña, por decirlo con la costumbre local de poner las iniciales de las condecoraciones tras el apellido, es conocido como Lord Cheshire, VC, OM, DSO and Two Bars, DFC. Pero ante todo fue un católico que cumplió a rajatabla lo que le indicó Cristo.
«La llamada de la verdadera Iglesia»
Sin embargo, Cheshire fue víctima de su éxito: en plena guerra se encaprichó de una actriz 21 años mayor que él con la que contrajo un matrimonio de duración efímera. Más: en 1945, durante un encuentro en un club londinense, dijo que «es absurdo creer que Dios existe: el hombre ha inventado a Dios para explicar la voz de la conciencia». Pronto iba a empezar a retractarse.
La primera retractación llegó con motivo del lanzamiento de la bomba atómica sobre Nagasaki, adonde la RAF le había enviado como observador. La violencia que presenció le generó grandes dudas sobre el futuro de la civilización. Pocos meses después, el coronel más joven de la RAF decidió abandonar el servicio activo. Oficialmente por razones médicas. En verdad era por mucho más.
Cheshire tenía prestigio suficiente para emprender una carrera en el sector privado o para obtener un escaño en la Cámara de los Comunes: así hizo, sin ir más lejos, otro titular de la Cruz de Victoria, William Sidney, que con el tiempo se convertiría en ministro y gobernador general de Australia. El impacto de Nagasaki impulsó a Cheshire a dedicarse al servicio a los demás.
Quedaba darle forma a ese compromiso. La oportunidad se presentó con la creación de las Casas VIP (acrónimo de Vade in Pace), unas residencias con las que Cheshire pretendía ayudar a antiguos combatientes a empezar una nueva vida. Le ayudó en la tarea la viuda de otro piloto. Junto con ella empezaron a estudiar todas las confesiones cristianas, mormones y testigos de Jehová incluidos. Ninguna respondía a sus inquietudes. Lo dejaron.
Un día de 1948, Arthur Dyke, uno de los primeros residentes de las VIP que estaba gravemente enfermo, volvió a acudir a Cheshire para que le prestase un trozo de tierra donde poder aparcar su caravana y poder morir en paz.
Cheshire le pidió que volviera a la residencia y le cuidó hasta su fallecimiento. Tras enterrarle abrió un libro titulado Una Iglesia, una fe ,en el que un clérigo anglicano contaba su conversión al catolicismo. «No podía resistir la llamada de la verdadera Iglesia, la llamada a guardar la Verdad y enseñarla», escribía el converso. La Nochebuena de ese año, Cheshire abrazó la fe católica.
Era la segunda y definitiva retractación de lo que dijo en aquel club londinense. Para ser fiel a lo que Cristo esperaba de él, dedicó los siguientes 44 años de su vida a hacer la vida más llevadera a los minusválidos. Ahora se entiende por qué Foxley-Norris le calificó de «hombre más destacado de su generación».