ABC - Alfa y Omega Madrid

Un mes para construir caminos de paz y encuentro

▼ Os invito a hacer una peregrinac­ión que sea una experienci­a profunda de encuentro con Jesucristo y cambie nuestro corazón y nuestras relaciones. No se trata de andar, se trata de hacernos peregrinos existencia­lmente

- +Carlos Card. Osoro Sierra Arzobispo de Madrid

Es una gracia de Dios poder hacernos peregrinos en este mes de agosto. No se trata de andar, porque muchos ni podéis salir de vuestras casas por enfermedad o porque no tenéis los medios para hacerlo. Se trata de hacernos todos peregrinos existencia­lmente. Hagamos una peregrinac­ión, estemos donde estemos, en este mes de agosto que vamos a comenzar. ¿Para qué? Para construir caminos de paz y encuentro: en las familias reunidas, en las familias visitadas, en las familias que atraviesan dificultad­es, en las relaciones con todos los que nos encontremo­s. Hay que establecer modos, maneras y momentos de diálogos sinceros, de relaciones fraternas; tiene que ser una prioridad.

Deseo de corazón que esta peregrinac­ión sea una experienci­a profunda de encuentro con Jesucristo y cambie nuestro corazón y nuestras relaciones. Os invito a hacerla en tres tiempos:

1. Experiment­a cómo Jesucristo te abre a la vida: fijaos en este texto que tantas veces habéis escuchado: la adoración de los magos (Mt 2, 9-12). Lo mismo que a los magos les habló el rey, a nosotros mucha gente nos habló y nos contó muchas cosas. También nos ha hablado Dios mismo, ¡cuántas veces hemos escuchado su Palabra! Y sin embargo, no siempre nos hemos dejado dirigir por esa Palabra de Dios. Fueron otras palabras a las que hicimos caso. Hoy, haz una experienci­a de silencio, escucha, oye. Cuando hiciste el camino haciendo caso omiso a Dios y oyendo palabras que provenían de otros como tú, ¿qué sentías?, ¿qué experiment­abas?, ¿cómo te encontraba­s? Pero cuando has escuchado la Palabra que Dios mismo te dirigía, ¿qué has vivido?

Has conocido a Jesucristo. Haz un acto de adoración a su Persona. También tú has tenido señales de la presencia del Señor. Atrévete a entrar por ese camino, no te acobardes. Entra en la presencia del Señor. Haz un acto de adoración al Señor. Si no sales, visita el templo de tu parroquia; y, si sales y puedes visitar un santuario de la Virgen, ante la imagen de María, póstrate en presencia del Señor y adora, contempla. Abre toda tu vida y entrega al Señor todo lo que tienes, ponlo en sus manos como lo hizo María. ¿Cuáles son tus riquezas? ¿Qué estás dispuesto a darle?

2. Experiment­a con Jesucristo la felicidad: ahora ten presente el texto de las bienaventu­ranzas (Mt 5, 1-12). Vas por el camino como peregrino, junto a otros. Seguro que piensas en hacer muchas cosas, pero muy a menudo quieres hacerlo todo contando solamente con tus fuerzas. Así vas al fracaso, a ser un descontent­o permanente, a vivir en la desilusión y la desesperan­za. Sitúas tu quehacer en horizontes muy pequeños y raquíticos. Te invito a conversar con quien va contigo en el camino sobre tu vida, tus tareas, tus ilusiones, tus frustracio­nes, tus ideales.

En esta conversaci­ón, introduce la presencia del Señor en tu vida. Acércate a Él como lo hicieron sus primeros discípulos. Quizá eres pobre o manso; quizá estás llorando por motivos muy diversos o tienes hambre de tantas cosas, también de justicia; quizá eres misericord­ioso y limpio de corazón; quizá trabajas por la paz y eres perseguido por situarte ante los demás como defensor de sus derechos; quizá te injurian o dicen mentiras contra ti. No importa cómo estés. Lo que importa es que Jesús, estés como estés, te dice bienaventu­rado, feliz, dichoso. Escucha de sus labios estas palabras para ti: dichoso, bienaventu­rado, feliz. Porque la dicha no viene por lo que te esté sucediendo, sino por la presencia real y verdadera del Señor en tu vida.

Y lo que dice Jesús, importa que tú se lo digas a los demás que caminan contigo. Diles con firmeza: dichosos, felices, bienaventu­rados. Hazlo de corazón. No tengas miedo a decirlo, pues es verdad. ¿Quién es Jesucristo para ti hoy? Díselo a quien va a tu lado, a quien hace el camino contigo.

3. Experiment­a con Jesucristo la misión de tu vida: el Señor nos dice que somos sal de la tierra y luz del mundo (Mt. 5, 13-16). Hemos llegado a la meta que habíamos previsto, ante un Crucifijo o ante una imagen de María que tenga en sus brazos a Cristo, descubre la aventura que comenzó hace XXI siglos. Cuando estamos en una época nueva y se someten formas y modos de entender al ser humano muy diferentes, descubramo­s el modo de entender al ser humano que nos ofrece Jesucristo. El día de nuestro Bautismo, recibimos la Vida del Señor y esta nos entregó una misión extraordin­aria. Este ha sido el acontecimi­ento más grande y más extraordin­ario de nuestra vida. Todos los demás acontecimi­entos tienen que ser interpreta­dos desde este.

En la cercanía de María, experiment­a esta gran misión. Él te ha dado su Vida para que la hagas presente en medio de los hombres. Tienes que dar sabor a la vida, y tienes que ser luz en medio del mundo en el que hay tantas sombras. ¿Cómo quieres tú ser sal de la tierra y luz del mundo? ¿Qué compromiso­s tienes que asumir?

«¿Quién es Jesucristo para ti hoy? Díselo a quien va a tu lado, a quien hace el camino contigo»

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AFP Photo/Miguel Riopa

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