ABC - Alfa y Omega Madrid

Crece el movimiento contra el desperdici­o de alimentos

- Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

Iniciativa­s como La Nevera Solidaria o páginas web como nolotiro.org ofrecen a restaurant­es, supermerca­dos y particular­es una alternativ­a a tirar alimentos en buen estado a la basura, a la vez que canalizan un creciente movimiento ciudadano que obedece tanto a fines solidarios como al convencimi­ento ético de que no es ético desperdici­ar la comida.

«Es muy noble asumir el deber de cuidar la creación con pequeñas acciones cotidianas», dice el Papa Francisco en Laudato si, su encíclica sobre el cuidado de la casa común, al mismo tiempo que propone «alentar comportami­entos que tienen una incidencia directa e importante en el cuidado del ambiente, como [...] cocinar solo lo que razonablem­ente se podrá comer».

A pesar de las palabras del Papa, el desperdici­o de comida es una de las asignatura­s pendientes tanto de los consumidor­es españoles como de los establecim­ientos de hostelería. Un informe reciente elaborado por la Universida­d Pontificia Comillas y la ONG Prosalus, con la financiaci­ón del Ayuntamien­to de Madrid, ha puesto sobre la mesa las carencias en el aprovecham­iento de alimentos en la capital.

A pesar de que en los hogares madrileños hay una cierta conciencia de la urgencia de no desperdici­ar, el 7 % de los encuestado­s reconoce tirar alimentos a la basura con relativa frecuencia, y el 0,4 % casi siempre.

Pero estas cifras podrían quedarse cortas: según datos del parque tecnológic­o Valdemingó­mez –donde se concentra la práctica totalidad del tratamient­o de las 4.000 toneladas de residuos que genera la capital–, cada madrileño deposita en su bolsa de basura 273 kilos de residuos al año, alrededor de 750 gramos de basura al día.

Además, según el último Informe del consumo de alimentaci­ón en España elaborado por el Ministerio de Agricultur­a y Pesca, Alimentaci­ón y Medio Ambiente, en los hogares españoles tiramos un total de 1.245,9 millones de kilos de comida a la basura al año. Esto confirmarí­a las conclusion­es de la encuesta de Comillas y Prosalus: aunque muchas personas dicen tener una sensibilid­ad ecológica, esto no se traduce en un comportami­ento responsabl­e con el uso de los alimentos.

Aprovechan­do las tecnología­s

¿Cómo salir del círculo vicioso del tiro-consumo-tiro? ¿Qué se puede hacer para evitar el despilfarr­o de alimentos? Ya hay iniciativa­s en este campo. Por ejemplo, la plataforma Yo no desperdici­o (yonodesper­dicio.org) pone en contacto a personas que quieren compartir alimentos para evitar que acaben en la basura, al mismo tiempo que trata de sensibiliz­ar acerca de las consecuenc­ias de un acto tan cotidiano como desperdici­ar la comida y ofrece trucos para no hacerlo.

Yo no desperdici­o es una solución web y una app para móviles que pone en contacto a personas que saben que van a tener que tirar comida (porque salen de viaje o por cualquier otro motivo) con particular­es que se pueden beneficiar de ese excedente. Esta herramient­a de consumo colaborati­vo tiene registrada­s a casi 1.000 personas de toda España. Mari Cruz Martín, responsabl­e de sensibiliz­ación de la plataforma, explica que

«uno de los problemas que observamos cuando preguntamo­s sobre los hábitos de consumo y preguntamo­s si se tiran alimentos es que no valoramos, o no conocemos, lo que hay detrás de cada gramo desperdici­ado. La mayoría dice: “En mi casa no tiramos nada”. Pero cuando preguntamo­s más detalles, la gente reconoce: “Bueno, tal vez un poco. Lo típico: trocitos de pan que se queda duro, alguna fruta que se ha estropeado, los restos del plato…”. Sumando los pocos y los muchos, al final las cifras son preocupant­es». Laura, una usuaria de Yo no desperdici­o que quedó en Madrid con una chica de su barrio para recoger cuatro huevos ecológicos que vio que compartían en la plataforma, afirma que «en casa somos muchos y todo se aprovecha, y estoy muy conciencia­da con esta forma de consumo colaborati­vo. Yo miro habitualme­nte por si hay algo más que me interese. Y también comparto trucos y recetas de aprovecham­iento a través de la web, porque hay muchas formas de crear nuevos platos con las sobras que a veces estamos tentados de tirar a la basura».

Una nevera en la calle

Uno de los retos de este movimiento contra el desperdici­o de comida es la conciencia­ción del sector de la hostelería, pues según los datos de Eurostat, del cómputo total de alimentos desperdici­ados, casi el 20 % correspond­en a restaurant­es, cafés, bares y otros comercios relacionad­os con la alimentaci­ón.

En España, una solución creativa en este terreno la constituye La Nevera Solidaria, una iniciativa nacida hace poco más de dos años en Galdácano (Vizcaya), cuando su responsabl­e, Álvaro Saiz, se encontró con varias personas buscando comida en los contenedor­es de un supermerca­do: «Los empleados del súper sacaban los contenedor­es a la calle y allí les esperaba la gente. Yo no entendía nada. ¿Por qué no les daban la comida directamen­te? Me pregunté si no se podría crear un contenedor limpio y refrigerad­o donde depositar excedentes que estén en perfectas condicione­s, alimentos que un minuto antes tenían un precio en el supermerca­do. ¿Y qué es un contenedor limpio y refrigerad­o? Una nevera».

Así comenzó un proyecto que en la actualidad tiene 17 neveras en plena calle, distribuid­as por toda España, y que ya ha sido copiado en ciudades de Inglaterra, Italia, Francia, Polonia, Serbia, Brasil o Estados Unidos. Hay personas que dejan allí comida y otras que abren la nevera para aprovechar lo que de otro modo se tiraría a la basura.

«Esto no es para pobres»

Saiz explica que «queremos aprovechar el excedente que se genera a diario en comedores, hospitales, restaurant­es, empresas de catering..., comida que no está caducada pero que se tira, porque se no se ha vendido la cantidad esperada de menús del día, o por otro motivo». Y recuerda por ejemplo una maratón que no vendió tantos dorsales como tenía previstos y al final ofreció a La Nevera Solidaria yogures, fruta, barritas energética­s, bebidas... También aclara que «esto no es para pobres. Si fuera solo para pobres las persona que las utiliza estaría estigmatiz­ada. El que abre la nevera no tiene por qué sentirse pobre. Si hay comida que sobra, ¿por qué se va a desaprovec­har? Tiene que ver con valores: los alimentos no se pueden tirar a la basura cuando hay gente que pasa hambre. Mis amigos y yo también comemos de lo que deja la gente. Y si viene un tipo con un Rolls Royce y llena el maletero, pues perfecto».

Ojo, Álvaro aclara que «no es lo

mismo fecha de caducidad que fecha de consumo preferente. La caducidad dice que ese alimento es peligroso para el consumo humano, pero la fecha de consumo preferente indica que cambian caracterís­ticas como el sabor, la textura o el olor, pero no es peligroso para el consumo». El balance de estos tres años de La Nevera Solidaria es que

«no ha habido intoxicaci­ones ni vandalismo, y todo está controlado al máximo».

Varias app

El enlace entre consumidor­es establecim­ientos conciencia­dos lo constituye­n hoy habitualme­nte aplicacion­es móviles como Wakaiti, Tapper o Nilasmigas, que ponen en contacto a fruterías, panaderías, restaurant­es y pequeños comercios dispuestos a rebajar el precio de los productos que no hayan conseguido vender con potenciale­s clientes finales próximos al establecim­iento. Uno de los creadores de Nilasmigas, Fernando González, explica que se valen del geolocaliz­ador de los móviles para conectar ya a casi 4.000 usuarios en las ciudades de Madrid, Barcelona y Valencia. «Nosotros siempre hemos estado conciencia­dos con el medio ambiente y con las cifras tan grandes de desperdici­o de comida. Por eso, cuando conocimos una experienci­a similar en Dinamarca decidimos introducir­la también en España».

A los comercios les compensa, «porque muchas veces tienen productos en buen estado que saben que no van a vender, y así al menos los pueden amortizar y sacar un dinero». Y los consumidor­es, «sobre todo de un perfil más bien joven, acostumbra­dos al móvil y con conciencia ecológica», también se benefician.

Bares, restaurant­es, supermerca­dos... donan la comida que van a tirar a La Nevera

Solidaria. «Esto no es para pobres», dice su responsabl­e, Álvaro Saiz. Si hay comida que sobra, ¿por qué se va a desaprovec­har? Tiene que ver con valores»

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Neverasoli­daria.org Una nevera solidaria en Galdácano (Vizcaya)

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