Artículos de María Teresa Compte y Fernando García de Cortázar, SJ
¿Un Papa en el diván del psicoanalista? Esta es una de las revelaciones sorpresa en el libro de entrevistas a Francisco publicado ayer en Francia. Al hablar de mujeres que han marcado su vida, el Pontífice cita a sus dos abuelas; a una comunista paraguaya que tuvo de jefa cuando trabajó en un laboratorio químico y le enseñó a «pensar en la realidad política»; a antiguas «pequeñas novias» de la adolescencia… La lista incluye a una psicoanalista. Era «un momento de mi vida en que necesitaba consultar» y «durante seis meses fui a su casa una vez a la semana para aclarar ciertas cosas», reconoce Jorge Bergoglio, quien tenía entonces 42 años y era provincial de los jesuitas en Argentina. Años después, «cuando ella estaba a punto de morir, me llamó. No para los sacramentos, puestos que era judía, sino para un diálogo espiritual».
Política y sociedad del Papa Francisco – Encuentros con Dominique Wolton, que publica Editions de l’Observatoire, es resultado de doce entrevistas del Pontífice a lo largo de dos años con el director de investigador del Centro Nacional de Investigación Científico de Francia. Wolton, sociólogo, publicó un libro de entrevistas similar con el cardenal JeanMarie Lustiger, judío converso al catolicismo que fue arzobispo de París.
Las críticas a Amoris laetitia
Las conversaciones abordan gran variedad de temas, desde la crisis de refugiados a las críticas suscitadas en algunos sectores de la Iglesia a la exhortación Amoris laetitia. Preguntado expresamente por la comunión a divorciados, el Papa Francisco responde que la cuestión decisiva es el acompañamiento a las personas. «Por desgracia –insiste–, los sacerdotes estamos demasiado acostumbrados a normas rígidas. Y así es difícil acompañar en el camino, integrar, discernir, decir cosas positivas. Esta es mi proposición». Y añade: «La gente dice: “No pueden comulgar”, “no pueden hacer esto o lo otro”. Esa es la tentación de la Iglesia. ¡Pero no, no y no! Encontramos ese tipo de prohibiciones en el drama de Jesús con los fariseos. ¡Es lo mismo!».
En línea similar, Francisco habla también del «gran peligro» de «condenar solo la moral “debajo de la cintura”», olvidando «los otros pecados, que son más graves: el odio, la envidia, el orgullo, la vanidad, matar al otro…». Y afirma que «no podemos enseñar la moral solo con preceptos como: “No puedes hacer esto”, “tienes que hacer esto”…». La moral –asegura– es para los católicos «una consecuencia del encuentro con Jesucristo», mientras que para otras personas es «la consecuencia del encuentro con un ideal», pero en cualquier caso la moral «es siempre una consecuencia» de una convicción previa.
Sin tapujos habla también el Papa al referirse a los avances en el diálogo con el islam, cuando critica abiertamente la falta de respeto a la libertad religiosa en algunos países. Acto seguido, deja caer que a los musulmanes «creo que les ayudaría hacer un estudio crítico del Corán, como nosotros hemos hecho con nuestras Escrituras».
Con el mismo tono suave en las formas pero rotundo en el fondo critica la mentalidad laicista en Francia y en Europa, un continente que hoy percibe atemorizado y replegado sobre sí mismo. «Europa tiene que volver a encontrarse volviendo a sus raíces», dice el Papa.