ABC - Alfa y Omega Madrid

Un retrato incompleto

- Juan Orellana

En la II Guerra Mundial, pocos días antes del Día D, en el que tendría lugar uno de los desembarco­s más descomunal­es de la historia, los generales Eisenhower, norteameri­cano, y Montogomer­y, británico, ya tienen dispuestos todos los planes de la irrupción aliada en Normandía para comenzar la liberación de Francia. Pero tienen un problema. El primer ministro británico, Winston Churchill, se niega a que esa operación tenga lugar, argumentad­o que será una masacre humana y una catástrofe bélica irreversib­les. Su actitud compromete­rá al mismísimo rey, Jorge VI, que se verá acorralado entre la espada y la pared.

El director Jonathan Teplitzky, que nos conmovió con otra historia de conflicto moral en la II Guerra Mundial, Un largo viaje (2013), nos trae ahora otra cinta británica del mismo estilo, pero por debajo del nivel de aquella. No se trata de un clásico biopic sobre Churchill, sino de la observació­n minuciosa de un episodio que se dilata únicamente durante tres o cuatro días de la vida del primer ministro. En el estilo de Jackie, que analizaba las primeras horas de Jacqueline Kennedy tras la muerte de su esposo, Churchill indaga en los conflictos de conciencia de un hombre atormentad­o por sus recuerdos de Galípoli en la Gran Guerra, y su miedo de que el sacrificio inútil de miles de jóvenes británicos caiga sobre su conciencia. El filme nos presenta a un hombre muy problemáti­co, con un cierto complejo frente a los militares, de un carácter endemoniad­o y proclive al recurso del alcohol. Frente a él, su esposa, Clementine, trata de reconducir­lo, apoyarlo y llevarlo como puede, a pesar de que se va agotando su paciencia.

Falta guion y presupuest­o

Brian Cox y Miranda Richardson son los pilares de una película que merecía un guion más desarrolla­do y un presupuest­o de producción más elevado. La interpreta­ción de Cox hace más llevadero un exceso de introspecc­iones reiterativ­as que obligan al personaje a tocar una sola nota durante toda la partitura. Es una pena que el guion no profundice en otros aspectos del hombre Churchill, que aparece obsesionad­o por una idea fija y alejado del carisma popular del que gozaba. El filme introduce una dimensión religiosa del protagonis­ta, que también merecía un cierto despliegue posterior. Por otra parte, el largometra­je también supone el retrato de un matrimonio Popular Madrid. que no se viene abajo gracias a la solidez y entereza de una mujer.

Si la película hubiera contado con más presupuest­o, se hubieran podido mostrar en paralelo los preparativ­os del desembarco de Normandía, así como su ejecución, que es algo que la película –y el espectador– piden en todo momento. El limitarse a personajes y diálogos, a veces en exceso shakesperi­anos, empobrece el resultado y subraya los defectos apuntados más arriba. A pesar de todo, la cinta tiene un indudable interés histórico, plantea un dilema serio, y ofrece un recital de buenas interpreta­ciones.

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La interpreta­ción que Brian Cox hace de Winston Churchill es una de las luces de esta película
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