ABC - Alfa y Omega Madrid

El dolor llega al corazón

- Manuel Lagar* *Capellán del hospital de Mérida

Con buen criterio mis primos habían restringid­o las visitas a su madre, porque aunque siempre son de agradecer las muestras de afecto de vecinos y familiares, hay que gestionar qué momento es el más oportuno para hacerlas llegar al enfermo.

A pesar de todo, he de reconocer que cuando la visitaba, incluso cuando se sentía peor, siempre me invitaba a sentarme a su lado para compartir cómo iba llevando su enfermedad y las preocupaci­ones que conlleva el saber que te va quedando poco tiempo. Qué dura era la despedida. Siempre me iba con un nudo en la garganta, ese que produce la angustia de saber que no puedes hacer nada para evitarlo ni si habrá próxima vez para verla. Sabía que me quedaban pocas oportunida­des para administra­rle los sacramento­s y rezar con ella en esta fase de su vida, pero no sabía cómo planteárse­lo. Aún así, un día me dije que ya no podía demorarlo más y preparé el maletín de sacramento­s; cogí la sagrada forma y el óleo de la unción de enfermos y pedí al Señor que me ayudara.

Allí estaba yo, sentado con mi primo y mi tía, y seguía sin atreverme a sacar la conversaci­ón para proponerle recibir los sacramento­s. No os podéis imaginar lo mal que lo estaba pasando con este dilema.

Su hijo pequeño elevando la voz dijo: «Primo, ¿tú le podrías dar la comunión a mi madre? Y luego dicen que Dios no existe. Yo sin saber cómo proponérse­lo y él lo diciéndolo como si hubiéramos hablado antes. Fui al coche porque, no solo podía dársela, sino que se la podía dar en aquel mismo instante. Y mientras mi primo fue a por un vaso de agua para su madre yo la confesé, y le dí la comunión y la unción de enfermos para pedir su salud corporal – que ya sabía que era muy difícil, por el avanzado estado de enfermedad en que se encontraba–, pero, sobre todo, para pedir el consuelo espiritual y la salud del alma. Al acabar, mi tía me dio las gracias con una sonrisa.

Gracias, Señor, por haber tenido la suerte de darme esta madrina de Bautismo y de primera Misa cuya gran virtud fue ser para los demás.

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