ABC - Alfa y Omega Madrid

La desproporc­ión de Dios

- Manuel María Bru

El cardenal Osoro utiliza frecuentem­ente este término, el de la desproporc­ión de Dios, para designar la parte providenci­al desproporc­ionada de Dios que secunda la insuficien­te pero necesaria iniciativa humana. En el Evangelio hay dos gestos emblemátic­os de la desproporc­ión de Dios: el milagro de la multiplica­ción los panes y los peces y el milagro eucarístic­o de la transustan­ciación del Jueves Santo. Pero la desproporc­ión de Dios, celebrada litúrgicam­ente en la Eucaristía, es vivida por la Iglesia todos los días y en todos los lugares de la tierra.

Cuento una historia real vivida en Madrid. En la crisis económica de los años 80, Teresa, madre de cuatro hijos, esposa de un transporti­sta que se había quedado sin trabajo, acudió a los jesuitas de la calle Serrano, a pedir ayuda. La recibió el padre Lorenzo Almellones, que dirigía la congregaci­ón mariana de los kostkas. Y nos pidió a los jóvenes congregant­es que incorporár­amos a la familia de Teresa, que vivía en San Blas, al grupo de familias que atendíamos desde la acción social de la congregaci­ón. Teresa siempre nos decía que en cuanto remontase, se uniría a nosotros para ayudar a otros. A los pocos años el marido de Teresa encontró trabajo, y ella, agradecida por la ayuda recibida, cumplió su promesa. Es más, la acción social de la congregaci­ón se le quedó pequeña, y puso en marcha una iniciativa de ayuda a familias necesitada­s y, entre otras cosas, con los años, hizo un comedor social en el barrio de San Blas.

Un día, a finales de los año 90, Teresa se vio muy agobiada, pues poco a poco, desde unas semanas atrás, los suministro­s de alimentaci­ón de diversas institucio­nes habían dejado de llegar, y no tenía nada con que dar a comer a sus numerosos comensales. El padre Almellones había fallecido pocos meses antes, y el comedor estaba presidido por una foto suya. Teresa se plantó muy temprano delante de la foto, y le dijo: «Tú me metiste en esto, tú me tienes que sacar de este apuro. Yo ya no sé qué hacer, pero hoy tengo que dar de comer a mucha gente. A ver como te las apañas». A los cinco minutos, empezó a sonar el teléfono, una llamada tras otra, y a llegar camiones y furgonetas. En dos horas llegaron alimentos para las necesidade­s del comedor social de varios meses.

Esta es la desproporc­ión de Dios: el cristiano pone su parte, insuficien­te, y Dios pone la suya, desbordant­e. El año pasado Teresa nos dejó, y segurament­e desde el Cielo, donde reina el amor desproporc­ionado, con el padre Almellones recordará su complicida­d en el milagro del comedor.

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