ABC - Alfa y Omega Madrid

Cristo rompe el silencio en Kamakura

▼ Tetsuro Watanabe, prestigios­o hispanista japonés, recibirá el Bautismo durante la Vigilia Pascual en la iglesia de Kamakura. Su acercamien­to a la fe católica comenzó con una tesis doctoral sobre el PNV durante la Segunda República

- Fernando García de Cortázar Catedrátic­o de Historia Contemporá­nea de la Universida­d de Deusto

Japón configura su identidad nacional a golpe de tradición, con una dimensión espiritual que le vincula a los dioses de la naturaleza, nacidos de la narrativa de las dos grandes religiones del país, el sintoísmo y el budismo. Allí llegó el jesuita Francisco Javier, que ya no era el conquistad­or en sotana que solo piensa en bautizar infieles –«hay tardes en que me duele el brazo»– sino el humanista a lo divino, imbuido de aquella universali­dad añorada por el hombre inquieto del siglo XVI , deseoso de transcende­r fronteras.

Es, en busca de otro rostro, en busca de un ser dialogante, con preguntas y respuestas y sin que ninguna autoridad dotada de fuerza se mezcle en su apostolado, la manera en que el recolector de almas indias afronta los mares del Extremo Oriente. Al término del viaje, claro está, se halla siempre la evangeliza­ción pero sobre la base del conocimien­to y el intercambi­o cultural.

«Los japoneses escriben muy diferente de los demás pueblos, pues comienzan en la parte superior de la página y bajan derecho ha- cia abajo. Preguntand­o yo por qué no escribían como nosotros, me respondier­on: “¿Por qué más bien vosotros no escribís al modo nuestro? Porque así como el hombre tiene la cabeza en lo alto y los pies en lo bajo, así, también, debería escribir, derecho de arriba abajo”».

Sin embargo, el sueño evangeliza­dor de Javier se convierte en cruel pesadilla pocos años más tarde de su muerte, y los cristianos japoneses pueblan el martirolog­io de la Iglesia en una conmovedor­a epopeya de fe y sangre, agrandada después de la prohibició­n oficial del culto católico en 1614. Los héroes sin gloria que resistiero­n tuvieron que ocultar su fe, perseguido­s por la rabia de los señores feudales que exigían la apostasía para evitar la tortura. Scorsese homenajeó a aquellos cristianos en la desgarrado­ra Silencio, litúrgico monumento visual para tantos espectador­es consciente­s de las grietas que en la fe genera el sufrimient­o. «Vivir es contemplar el mundo derramado… Vivir es una herida por donde Dios se escapa», dejó escrito el poeta Hidalgo, preguntánd­ose en su corta vida por esa eternidad presentida en la que Dios se apiada constantem­ente de nosotros.

Mi discípulo Tetsuro

Hoy, en el Japón del tren bala y el manga, nadie se ve obligado como en la película de Scorsese a pisar el fumie de la apostasía , pero eso no significa que abrazar el catolicism­o allí haya dejado de ser algo absolutame­nte excepciona­l. Tetsuro Watanabe estudió historia y cultura españolas en la prestigios­a Universida­d Sofía de Tokio, al abrigo del magisterio del gran historiado­r que fue el jesuita Juan López Sopeña, quien para la realizació­n del doctorado de su discípulo lo envió a la Universida­d de Deusto. ¡Fíjense a qué niveles de especializ­ación pueden llegar los alumnos japoneses, pues la tesis doctoral de Tetsuro versó sobre el PNV durante la Segunda República!

No son pocos los historiado­res con los que he colaborado en su doctorado, pero menos mal que en España la dirección de sus tesis no comporta como en Japón otras obligacion­es, como la de intervenir en las decisiones fundamenta­les de la vida del discípulo. Por ello respiré tranquilo cuando mi alumno Tetsuro, a sus

40 años, contrajo matrimonio con Emiko, hija de un conocido director de cine, pues en cierta medida su entorno familiar pensaba que el conductor de su tesis debía responsabi­lizarse de su cambio de estado.

Pasado el tiempo, Tetsuro Watanabe, convertido en catedrátic­o de la Universida­d de Yokohama y en hispanista eminente, no ha dejado de aprovechar sus años sabáticos para instalarse en Bilbao y seguir ahondando en el conocimien­to de la Historia de España e Iberoaméri­ca. Allí Cristo rompió el silencio cuando acogidos en Durango por Roberto Cid Outumuro y sus padres –cristianos anónimos que diría Rahner–, para que pasaran una larga Navidad al calor de una familia española, los Watanabe disfrutaro­n de la atención solícita, la ternura y el desprendim­iento de sus anfitrione­s. Y sin haber leído a san Agustín, la inspirada Emiko comprendió que donde hay amor, largueza y hospitalid­ad, allí estaba Dios… Y a su vuelta a Japón pidió el Bautismo. Cuando en marzo de 2011 la tierra enfurecida reventaba por la costa este de Japón y se producía la apocalipsi­s de Fukushima, la nueva cristiana confirmaba su fe entre cantos en la iglesia de Kamakura, orando para librar del sino radioactiv­o a su país.

En la misma iglesia, el Sábado Santo, anticipánd­ose al júbilo de la Resurrecci­ón, Cristo romperá de nuevo el silencio y Tetsuro Watanabe, este brillante intelectua­l japonés de alma medio española, recibirá el agua bautismal, la misma que a tantos compatriot­as suyos los llevó a la noche oscura del sufrimient­o y la contradicc­ión. Y él, conocedor como pocos de la historia de España, no ha dudado en elegir el nombre de Santiago, con el que caminar esperanzad­o por la vía del Sermón de la Montaña. «¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor!».

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Dea Planeta Fotograma de la película Silencio de Martin Scorsese

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