Fe y vida 19
y anunciad el Evangelio a todos los hombres».
En este inicio del Año Santo Mariano:
1. Acércate a nuestra Madre la Virgen María: junto a nuestra Madre descubrirás siempre lo que significa tener los mismos sentimientos de Cristo, que no es ni más ni menos que no considerar el poder, la riqueza, el prestigio como los valores supremos de la vida. Pues estos no responden a la sed profunda del corazón. Los sentimientos de Cristo se alcanzan abriendo el corazón a Dios, llevando con Él el peso de nuestra vida y abrirnos a Él con sentido de obediencia y confianza, porque solamente en esa obediencia y desde ella seremos libres. En María, este fue un ejercicio diario; esto fue lo que la llevó a decir a Dios sin condiciones: «aquí estoy», «he aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu Palabra». Esta fue la opción fundamental de María y ha de ser la nuestra.
2. Descubre junto a nuestra Madre la Virgen María la grandeza de ser discípulo misionero: nuestra gran dignidad consiste precisamente en que no solamente somos imagen de Dios, sino hijos de Dios. Llamados por el Señor, convocados por Él, transformados por Él. Es un don objetivo en una realidad subjetiva, que es decisiva para nuestro modo de pensar, de actuar, de ser. Considerados hijos en el Hijo. ¡Qué fuerza existencial tiene ver cómo nos enseña nuestra Madre la identidad cristiana a través de dos elementos: no buscarse a sí, sino llenar la vida de Dios, dejarle morar en Ella, darle rostro humano y entregarse con Cristo, sumergiéndose en Él y compartiendo tanto su muerte como su vida.
3. Vive las tareas esenciales del discípulo misionero como nuestra Madre la Virgen María: a) la invitación al encuentro: en las bodas de Caná, la Virgen María se hace misionera, nos habla de la necesidad de acercarnos a todos los hombres y muy especialmente a quienes más lo necesitan; b) la invitación a custodiar y alimentar la fe: en la Anunciación nos enseña a hacerlo para ser discípulos misioneros, lo que conlleva vivir en intimidad con Dios, decir siempre sí a Dios, ponerse a su disposición con todas las consecuencias; c) la invitación a estar siempre en el camino de los hombres: en la Visitación nos enseña a ponernos en camino y, a pesar de las dificultades, hacerlo con una confianza ilimitada en Dios; d) la invitación a ser provocadores en el camino de la experiencia del encuentro con Dios: en la Visitación nos dice que el camino hay que recorrerlo para hacer sentir y vivir a quienes nos encontremos la experiencia viva y cercana de Dios, y e) la invitación a vivir el gozo de proclamar con obras y palabras la grandeza de Dios: el magníficat es el canto en el que mejor se descubre la grandeza de haber sido llamados a proclamar la Buena Nueva.