Un año para mirar y seguir a María
Carta semanal del cardenal arzobispo de Madrid ▼ Vamos a vivir un acontecimeinto extraordinario en Madrid: un Año Santo Mariano, para aprender junto a María a ser discípulos misioneros
Vamos a vivir un acontecimiento extraordinario en nuestra archidiócesis de Madrid: un Año Santo Mariano. ¿Qué me ha motivado a pedir al Santo Padre la celebración de este acontecimiento? Lo han hecho dos realidades: en primer lugar, celebrar y hacer memoria de que hace 25 años, el día 15 de junio de 1993, san Juan Pablo II vino a Madrid a inaugurar y consagrar la catedral de Santa María la Real de la Almudena; y en segundo lugar, que hemos concluido hace unos días los trabajos del primer Plan Diocesano de Evangelización (PDE), que ha tenido tres años de duración. La Palabra de Dios nos ha guiado, hemos visto nuestra realidad eclesial y la llamada que el Espíritu Santo nos hace a todos para levantarnos y hacer el camino llenos del Espíritu del Señor. ¿Quién nos puede enseñar mejor esto? Quien fue la primera discípula de Jesús, su Santísima Madre, la que indicó a quienes se sentían en apuros en las bodas de Caná: «Haced lo que Él os diga».
En este Año Mariano, todos los que formamos la Iglesia diocesana, queremos aprender junto a María, desde esa advocación entrañable de Santa María la Real de la Almudena, a ser discípulos misioneros. Y, a los 25 años de la dedicación de la catedral de La Almudena, queremos acercarnos a nuestra Madre antes de proponeros el segundo PDE, que intentará responder a los retos que tenemos, acogiendo en nuestro corazón a María, descubriendo su camino para hacer presente y dar rostro humano a Jesucristo. Será, os lo aseguro, un año apasionante. Acompañadme. Yo también lo haré con mi presencia en las diversas vicarías con la imagen de la Almudena, intentando que el corazón de la Madre nos haga vivir con la misma palpitación que Ella vivió junto a Jesucristo.
Una Iglesia diocesana Madre
Con la culminación del PDE hemos visto y sentido cómo el Señor impulsa a la Iglesia diocesana a ser Madre, a acoger a los hombres y a acompañarlos, a acercarnos a los que más necesitan, marginados y excluidos; a practicar, en definitiva, las obras de misericordia. El Señor nos impulsa a vivir con más hondura nuestra fe en la celebración de los sacramentos; a vivir en diálogo abierto entre la fe y la cultura de nuestro tiempo; a simplificar estructuras y hacerlas más operativas y vivas en la vida concreta de la Iglesia diocesana; a fomentar la oración personal y comunitaria; a asombrarnos ante un Dios que se hace cercano a nosotros; a dejarnos formar como cristianos en todas las dimensiones que tiene la vida sin excluir ninguna; a vivir con fuerza la comunión eclesial, que fue el gran deseo del Señor para con sus discípulos para hacernos creíbles entre los hombres… En definitiva, el PDE nos ha vuelto a invitar a vivir el gran mandato de Jesús: «Id por el mundo