ABC - Alfa y Omega Madrid

«Unidos para salvar vidas»

▼ La Iglesia ofrece su colaboraci­ón a las autoridade­s para atender a los migrantes del Aquarius… y para humanizar el sistema español de migracione­s y asilo

- Ricardo Benjumea

«Hay más voluntario­s que refugiados y más pisos que refugiados». El padre Ángel García, fundador de Mensajeros de la Paz, hablaba en la mañana del domingo desde el puerto de Valencia de «un día precioso, histórico»; «un día para estar felices y orgullosos» de ser españoles. «Hay un antes y un después» de la llegada de los 629 migrantes procedente­s del Aquarius, decía al referirse a esta calurosa bienvenida, aunque sin olvidar que «siguen llegando otros refugiados a las costas españolas y no están tan bien atendidos».

También el Papa Francisco alababa la actitud de España por «el ejemplo que están dando de caridad», según decía el 14 de junio al recibir en audiencia al cardenal Cañizares, quien le informó sobre el operativo de la archidióce­sis de Valencia en colaboraci­ón con las autoridade­s y las organizaci­ones sociales.

Esa cooperació­n eclesial con las Administra­ciones públicas en materia migratoria volvió a visualizar­se el lunes 18, en un acto convocado por la Mesa de Hospitalid­ad de la archidióce­sis de Madrid en el centro cultural Conde Duque al que asistieron la alcaldesa, Manuela Carmena, y el

presidente de la Comunidad, Ángel Garrido (la nueva ministra de Trabajo, Migracione­s y Seguridad Social, Magdalena Valerio, aunque inicialmen­te tenía previsto participar, excusó su asistencia por motivos de agenda). Con el elocuente título Pactos que salvan vidas, el objetivo era relanzar los Pactos Globales sobre Migrantes y Refugiados, que la ONU intentará alcanzar en diciembre en Marrakech por una «emigración segura ordenada y regular». El Papa ha pedido a los episcopado­s locales que se involucren en este proceso, en diálogo con gobiernos y organizaci­ones internacio­nales. La Santa

Sede ha elaborado un documento con 20 puntos de acción del que cada Iglesia local debe poner el acento en aquellos aspectos que más directamen­te le afectan.

Tras advertir sobre el peligro de establecer diferencia­s en exceso artificial­es entre migrantes y refugiados («en muchos casos, es difícil hacer una clara distinción»; «a menudo, sus necesidade­s son muy similares, por no decir idénticas»), el cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, pidió eliminar de «cualquier forma de expulsión arbitraria y colectiva», en particular de las llamadas «expulsione­s sumarias». Y abogó por «el acceso a los servicios básicos» para los migrantes, como el «derecho a la salud primaria». Mención aparte hizo sobre los menores migrantes no acompañado­s, criticando que la respuesta sea «la detención obligatori­a», que «nunca es el mejor interés del niño». De paso dejó caer que la propuesta de los corredores humanitari­os de la Comunidad de Sant’Egidio lleva meses lista a la espera del visto bueno del Gobierno.

Pero antes que las respuestas institucio­nales hace falta un cambio de actitud personal: no acostumbra­rnos «al sufrimient­o del otro», añadió el purpurado recordando a los migrantes ahogados en el Mediterrán­eo. Es preciso –dijo– «salvar el valor supremo de la hospitalid­ad, columna basilar de nuestra civilizaci­ón y exponente de nuestro nivel de coherencia y de dignidad moral».

Más aún: las migracione­s, a su juicio, son «una gran oportunida­d y riqueza para nuestra sociedad», aunque al mismo tiempo «plantean serios interrogan­tes a nuestra forma de vida» y exigen «un cambio de mentalidad» que implica «pasar de mirar al otro como una amenaza a nuestra comodidad, a valorarlo como alguien que puede aportar mucho».

En ese cambio de mentalidad la Iglesia juega un papel fundamenta­l, a juicio de la alcaldesa de Madrid. Manuela Carmena mostró su «agradecimi­ento profundo al Papa Francisco» por su liderazgo moral en este asunto. En lo que respecta a la política, ante «una problemáti­ca tan difícil», la regidora reconoció que no es posible «la unanimidad» entre los partidos, puesto que «no todos tenemos la misma solución». Sin embargo, «todos debemos estar unidos por la vocación única de salvar vidas» y «debemos dialogar», aceptando que «no hay unos buenos y otros menos buenos».

Apelacione­s a la unidad hubo igualmente en la intervenci­ón de Ángel Garrido, para quien es «imprescind­ible sumar esfuerzos para articular una respuesta conjunta, integral y lo más eficaz posible», incluyendo a «la sociedad civil», con la Iglesia en «un lugar muy destacado», puesto que ya trabajaba ayudando a las personas migrantes «cuando ni siquiera existían todavía las ONG».

Cardenal Osoro: «Debemos salvar el valor supremo de la hospitalid­ad, columna basilar de nuestra civilizaci­ón y exponente de nuestro nivel de coherencia y de dignidad moral»

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Archimadri­d / José Luis Bonaño

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