ABC - Alfa y Omega Madrid

Ahmad no quiere volver a Alepo

▼ El Servicio Jesuita a Refugiados trabaja para que 2.500 niños sirios que viven en el Líbano se integren educativam­ente, a pesar de todos los obstáculos. Estos niños han sido algunos de los protagonis­tas de la campaña puesta en marcha por Entrecultu­ras

- Para abrir el mundo, María Martínez López Cuatro palabras

No hace mucho, la madre de Ahmad comentó que pronto podrían volver a casa, a Alepo, en Siria. Para su sorpresa, Ahmad –nombre ficticio– se echó a llorar y a decir que no quería regresar. La mayoría de los sirios adultos refugiados en el Líbano sueñan con volver a su país o dar el salto a Europa o América. Pero el pequeño, a punto de cumplir 6 años, se había adaptado ya a su nueva vida y al colegio de Baourj Hammoud, que el Servicio Jesuita a Refugiados tiene cerca de Beirut.

Su profesor, Hanna Khoury, también refugiado, explica a Alfa y Omega que «además de lo que han pasado en la guerra, los niños ahora viven con su familia y más gente en casas pequeñas, o en una sola habitación». Los padres han agotado sus ahorros, y los problemas económicos unidos a todo lo demás hacen que surjan tensiones. «Es mucha presión para los hijos. En el colegio, intentamos crear un espacio seguro en el que puedan expresarse, gritar, llorar… y soñar. Al empezar la semana les pregunto qué han hecho, qué han comido. Otras, “¿por qué estás triste?”. Se trata de que saquen lo que llevan dentro».

Por eso, para Khoury es todo un triunfo que, ahora, los dibujos de los niños se centren en el presente, en su vida en el colegio… Son los dibujos que este maestro trajo el 19 de junio a Madrid para entregárse­los a los niños del colegio Divino Corazón. A cambio, se llevó otros realizados por los estudiante­s de este centro de las Misioneras de la Doctrina Cristiana. «No tengo palabras para expresar lo que sintieron mis alumnos –reconoce Khoury, de vuelta en el Líbano–. Les alegró mucho sentir que alguien en otra punta del planeta conoce sus preocupaci­ones y reza por ellos. Querían conocer a esos niños en persona. Les ha servido para seguir aprendiend­o lo que significa el amor».

Acogida contradict­oria

El centro de Baourj Hammoud es uno de los cinco que el Servicio Jesuita a Refugiados tiene en el Líbano, y en los que atiende a 2.500 niños. En este en concreto, hay 200 alumnos de 5 y 6 años a los que se prepara para empezar a acudir a colegios públicos, y otros tantos que reciben apoyo escolar. Cuando comenzó la oleada de refugiados –explica el director del proyecto, Fadi Daou–, «las escuelas públicas no podían recibir a todos» los niños, por la cantidad y por proceder de sistemas educativos distintos. Por eso, el Gobierno abrió turnos de tarde en los colegios. Había otro motivo: «Incluso los niños que salen preparados de nuestras guarderías van a los turnos de tarde, porque cuando coincidían con los libaneses en clase, estos solían pegarles».

Muchas veces, no hacían más que reflejar el rechazo de sus padres hacia los refugiados sirios. «No es raro ver a un libanés golpeando o insultando a algún sirio por la calle», reconoce Daou. Este pequeño país, con una población de cuatro millones de habitantes, ha acogido a un millón de refugiados registrado­s –y al menos a otro medio millón sin registrar–, cuando al comienzo de la crisis ya tenía un desempleo del 20 %. A esto se suman «las heridas que todavía quedan abiertas después de más de 20 años de control sirio, que duró hasta 2004». Esto hace que la situación social sea delicada, pero –subraya Daou– da más valor al esfuerzo del Gobierno libanés por acoger a los refugiados. Y es una motivación más para que el SJR apueste por la integració­n educativa, ya que la social parece más difícil de alcanzar a corto plazo.

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