La vida sigue en la fundación
María Matos conoció a Jaime Garralda hace 43 años por mediación de sus suegros. Ya nunca se separó de él. El jueves 21 de junio tuvieron su última conversación larga: «Nunca te olvides, María, de que eres cofundadora conmigo de la fundación», le dijo el sacerdote a quien, cuatro días más tarde, le sustituiría oficialmente en la presidencia de honor. «Gracias por cómo te has fiado de mí», respondió ella, dispuesta –cuenta a este semanario– a «alentar en estos momentos duros a los voluntarios y a transmitirles ese mensaje de ilusión y de amor a los que más sufren, que es el legado que nos deja el padre Garralda».
La vida sigue en la fundación. María Loring, presidenta en Sevilla, tiene todo listo para marcharse un año más de campamento de verano. Serán unas 75 personas en Algeciras, entre reclusas, niños y voluntarios, la mayoría de los cuales se conocen de las actividades de todo el curso. «Es una ilusión enorme verles disfrutar en la playa», cuenta.
Del legado del padre Garralda, Loring destaca su «alegría». Y «una fe que mueve montañas y moviliza a todo el que está a su alrededor». ¿El secreto? «El Evangelio él lo tiene trillado». Por
eso «llega tanto a la gente. Cuando le ves a él se entiende el mensaje de Jesucristo».
María Matos recuerda con especial cariño las Misas de Garralda en la cárcel o las que cada mes celebran voluntarios, expresidiarios y personas sin hogar en la residencia de Las Tablas (Madrid), desde hace un tiempo a cargo del capellán de la fundación, el jesuita Juan José Tomillo. «Con qué cariño participan y reciben a Dios, muchos con lágrimas en los ojos», dice la presidenta de honor. «Y con qué cariño los miraba y los hablaba Jaime: nunca juzgándolos, sino queriéndolos y dándoles la mano, ofreciéndoles su confianza, y recordándoles siempre que Dios, su Padre, les quiere y les espera».