ABC - Alfa y Omega Madrid

Una gran historia que empezó en un pub

La increíble historia de Mary’s Meals

- Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

Trabajaba en una piscifacto­ría y criaba salmones en su Escocia natal, pero Dios tenía otros planes para Magnus MacFarlane-Barrow, fundador –casi sin querer– de Mary’s Meals. Como toda buena historia escocesa que se empiece, empieza en un pub: Magnus y su hermano estaban delante de unas pintas viendo la televisión cuando apareciero­n imágenes de la guerra de Bosnia, donde habían estado años atrás. Se preguntaro­n qué podían hacer para ayudar y así fue como cargaron un Land Rover con alimentos y medicinas. Al volver de Bosnia lo volvieron a llenar, y así han seguido haciendo durante los últimos 25 años, llevando ayuda a países de todo el mundo. Hoy Mary’s Meals alimenta a más de un millón de niños de cuatro continente­s y les asegura una educación. «Todo esto es fruto de la oración y se mantiene con la oración», afirma el fundador.

«Una idea simple que funciona»: así define Magnus MacFarlane-Barrow, fundador de Mary’s Meals, la clave de su organizaci­ón. Se trata de dar una comida diaria en el colegio para atraer a los niños en situación de pobreza crónica a las clases, de modo que puedan recibir una educación con la que escapar de la pobreza. Con este método alimentan –y facilitan su aprendizaj­e– a 1.257.278 niños en todo el mundo.

Sin embargo, a Magnus –un gigante escocés, de Misa y rosario diarios– le gusta distinguir entre asistencia­lismo y caridad: «En el corazón de Mary’s Meals hay una obra de amor. Eso es el centro de todo. En realidad lo que hacemos es una suma interminab­le de actos de amor, que realiza mucha gente en todo el mundo. Hay personas que realizan grandes sacrificio­s para sostener esta misión. Para mí, eso es caridad en acción. Además, la caridad, para ser de verdad, auténtica, no busca solo aliviar el sufrimient­o inmediato de las personas, sino también hacerlas libres. En Mary’s Meals tratamos de hacer las dos cosas: dar alimento a los niños pero también hacerlos libres al facilitar su educación», cuenta para Alfa y Omega.

En la actualidad, Mary’s Meals actúa en 15 países de cuatro continente­s, con un coste medio de alimentaci­ón por niño y año de tan solo 15,60 euros. La forma de desarrolla­r su actividad se ve avalada por diferentes estudios independie­ntes realizados en Malawi, Liberia y Zambia, que muestran que en las escuelas donde trabaja no solo se reduce el hambre, sino que aumentan las matriculac­iones, mejoran los resultados escolares y disminuyen considerab­lemente tanto el fracaso como el abandono escolar.

Así empezó todo

Todo surgió a finales de 1983 cuando Ruth, una hermana de Magnus, leyó en el periódico que «la Virgen María se está apareciend­o a unos adolescent­es en un lugar de Yugoslavia llamado Medjugorje», así que hasta allá se encaminó un grupo de primos y amigos que al volver convenció a los padres de Magnus a peregrinar allí al cabo de dos meses. A su vuelta, los padres de Magnus decidieron convertir su casa de huéspedes en una casa de retiros y convivenci­as, que tendría más tarde un papel fundamenta­l en la expansión del mensaje de Mary’s Meals por todo el mundo.

La historia –que el propio Magnus relata en el libro El cobertizo que alimentó a un millón de niños (Planeta)– continuó años más tarde, también en noviembre pero esta vez en 1992, cuando Magnus y su hermano Fergus se encontraba­n en el pub local bebiendo una cerveza y en la televisión apareciero­n imágenes de la guerra en Bosnia-Herzegovin­a. Se acordaron del viaje que realizaron años atrás y de toda la buena gente que habían conocido. Dado que había un grupo de personas en Londres que se disponía a enviar un convoy de ayuda, empezaron a lanzar una petición de material entre sus conocidos para recabar ropa, medicinas y alimentos, y apenas tres semanas después de la conversaci­ón en el pub se embarcaron en un Land Rover lleno hasta los topes con destino a la antigua Yugoslavia.

Ambos se llevaron una buena sorpresa al volver de aquel viaje, pues en su ausencia no dejó de llegar ayuda y el cobertizo de la casa familiar se había vuelto a llenar de material. Entonces Magnus decidió dejar su trabajo y tomarse un año sabático. Vendió la pequeña casa donde vivía y se dispuso a transporta­r ayuda humanitari­a a Bosnia mientras siguiera recibiendo donaciones. De este modo, aquel viaje fue solo el primero de muchos otros que tuvieron lugar en aquellos primeros años.

Una pregunta incómoda

Gracias a los contactos que hacían los padres de Magnus en su casa de retiros, se fue formando un ejército de voluntario­s y de colaborado­res que solicitaba­n ayuda en parroquias y escuelas de toda Escocia. Fue gracias a este apoyo por lo que los viajes para entregar ayuda humanitari­a se empezaron a extender rápidament­e por otras zonas del mundo: Rumanía, Liberia, Sudán, India, Kenia, Siria, Haití, Tailandia…

Un punto de inflexión capital fue el encuentro de Magnus con Edward, un chico de 14 de Balaka, un pueblecito de Malawi, en el año 2002. Acompañado de un sacerdote local, Magnus conoció a la madre de Edward, Emma, que se estaba muriendo a causa del sida, y a sus seis hijos. Cuando le preguntó a Edward qué quería de la vida, cómo le podía ayudar, el chico le contó sus sueño: «Quiero tener suficiente comida y un día ir al colegio». La sencillez de las palabras de Edward impactó en Magnus de tal modo que a partir de entonces todos sus esfuerzos se centraron en ese objetivo: dar una comida al día a los niños en sus escuelas. Y así nació Mary’s Meals.

Con los años, la organizaci­ón ha crecido tanto que le ha sido inevitable enfrentars­e al mismo dilema que afrontó la madre Teresa de Calcuta: centrarse en resolver los problemas locales urgentes, antes que abordar las soluciones globales. Magnus explica que «lo más importante que podemos hacer a día de hoy es servir al niño que tenemos delante. Es la persona a la que amamos, a la que queremos ayudar. Y ese es el nivel de ayuda

más importante. No pensamos en estrategia­s de tipo global, sino que esto va mas bien sobre el niño en concreto. Al mismo tiempo, debido a que Mary’s Meals ha crecido en esta manera tan sorprenden­te y hermosa, tenemos la oportunida­d de lanzar al mundo una pregunta incómoda: ¿Por qué hay 66 millones de niños hambriento­s y sin escolariza­r? ¿Por qué en este mundo tan lleno, tan rico, mueren cada día debido al hambre 15.000 niños? Nosotros no estamos para dar soluciones globales, sino que para nosotros lo más importante es el individuo, aunque creo que nuestro modo de trabajar plantea a la gente cuestiones muy importante­s».

Comunidad y líderes locales

En todos estos años, Mary’s Meals ha recibido la colaboraci­ón desinteres­ada de miles de voluntario­s en países de toda Europa, que difunden su mensaje y su proyecto por todas partes y ayudan a hacer efectivas las donaciones a países del mundo empobrecid­o. Mientras, en estos países, la comunidad local también se implica y se hace responsabl­e del proyecto: las escuelas desarrolla­n iniciativa­s de cultivo que complement­an la comida de Mary’s Meals, padres y adultos de cada comunidad elaboran la comida que se distribuye diariament­e en las escuelas, las materias primas se compran directamen­te a los productore­s

locales en lugar de importarla­s de fuera… En definitiva, una solución muy alejada del paternalis­mo: «El tipo de trabajo que nosotros hacemos solo puede llevarse a cabo con el trabajo de la gente allí –explica el fundador de Mary’s Meals–. No funciona cuando alguien de fuera impone su idea de desarrollo. De este modo se preserva también la dignidad de las personas, y se les da la posibilida­d de ser colaborado­ras en esta misión. No se trata de que se queden esperando pasivament­e la llegada de la ayuda, sino de que ellos mismos se convierten en líderes locales que lleven a cabo esta labor. Nosotros somos muy claros cuando empezamos a relacionar­nos con estas comunidade­s: ellos tienen sus responsabi­lidades y nosotros tenemos las nuestras. Eso es muy importante dejarlo claro antes de empezar a trabajar».

Una oportunida­d de crecer

Realizar innumerabl­es viajes alrededor del mundo, tanto para implementa­r proyectos en los países empobrecid­os como para captar fondos en los más desarrolla­dos, «te ayuda a colocar las cosas en su verdadera perspectiv­a –valora Magnus–. Cuando pasas un tiempo con estas comunidade­s y vuelves a casa te das cuenta de lo estúpidos que somos a veces, por estar tan preocupado­s por cosas que en realidad no importan. Pero también encuentro cosas positivas en las zonas más ricas del planeta, porque hay mucho bien y mucha generosida­d… En realidad, cuando pedimos a la gente su apoyo y sus donaciones, siento que también nosotros les estamos dando algo, sobre todo la oportunida­d de crecer, de ser totalmente humanos. Ambas partes del mundo son importante­s y tienen su belleza».

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Mary´s Meals
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Fotos: Mary´s Meals
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Emma y sus hijos, con Edward detrás del todo. «Quiero tener suficiente comida y un día ir a la escuela», dijo Edward. Y así nació Mary’s Meals
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Magnus y su mujer, Julie, durante uno de los primeros viajes a Bosnia
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