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El padre que nace con los hijos

- Fernando Vidal Director del Instituto Universita­rio de la Familia de la Universida­d Pontificia de Comillas

Cambiarás los pañales de tus hijos y pensarás: así que esto era lo que sentían mis padres cuando era yo el que estaba sobre el cambiador… Meterás los brazos hasta el hombro en la bañera para lavar a tu hijo y cuando te salpique sentirás cómo se mojaba también el rostro de tu padre cuando hacía lo mismo por ti

En el libro La revolución del padre (Editorial Mensajero, 2018), decimos que cada padre nace de nuevo con sus hijos. Yo tuve también esa experienci­a, igual que muchos padres. En parte cuando ves a tu hijo o hija tan pequeño, revives que tú también fuiste así. Es inevitable ver en los ojos de tus hijos tu propia mirada. Si los miras muy de cerca verás en sus pupilas tu cara. No vuelves a tu infancia pero te reencuentr­as con tu infancia y tú reconoces el niño que hay dentro de ti. Te tiras al suelo para ponerte a la altura de tus hijos y vuelves a tomar en la mano los juguetes para hacerles cobrar vida. Vamos juntos al suelo y se convierte en la estepa por donde cabalgarán el Cid y los caballeros de Arturo. Las muñecas sentadas en el suelo vuelven a hacer de una alfombra un colegio. Una caja de frutas volverá a ser un cohete con el que viajar a la Luna.

Pero uno vuelve a nacer también por otro motivo importante. Desde el mismo embarazo, uno comienza a comprender la vivencia por la que pasaron sus padres. Te das cuenta de todo lo que suponía, el mundo que se va formando en ti desde dentro. Los primeros años de tus hijos redescubre­s todo lo que tus padres hicieron por ti. De esa primera edad apenas recordamos nada. Esos primeros tres años de tu vida los conoces porque ellos te los contaron. Muchas veces lo que recordamos es la recreación de las fotos que nos hicieron.

En una sociedad en la que se ha impuesto la soberanía del yo, habría que explorar más cómo en esa primera infancia no tenemos el poder y el control sobre nosotros, sino que somos cuidados plenamente por otros. Cuidan hasta de nuestra memoria. Con casi plena seguridad, has llegado a la edad de ser padre sin haber dedicado un tiempo profundo a recrear cómo eras cuando eras bebé. Ahora, acompañand­o a tu hijo o hija en esa edad, vas a reencontra­rte contigo mismo y con tus padres.

Cambiarás los pañales de tus hijos y pensarás: así que esto era lo que sentirían mis padres cuando era yo el que estaba sobre el cambiador… Meterás los brazos hasta el hombro en la bañera para lavar a tu hijo y cuando te salpique sentirás cómo se mojaba también el rostro de tu padre cuando hacía lo mismo por ti. Y cuando por la noche te levantes inquieto para ver si tu hijo sigue respirando, al volver a tu cama, te conmoverás al pensar que una vez también tu padre estuvo tan preocupado por ti.

Gigantes en la memoria

Los padres son redescubie­rtos cuando tienes hijos, revives su proceso. Te chocará pensar que tenían aproximada­mente tu misma edad porque tú te sientes ahora mucho más joven que cuando ellos eran padres. ¡Y sin embargo ahora es lo contrario! Muchos de nuestros padres tenían 24 o 25 años cuando tuvieron su primer hijo. La mayoría de la gente tiene ahora su primer hijo a los 30 o 31 años. Sin embargo, me parece que mi padre era mucho más hombre y mayor cuando le recuerdo de mi misma edad. Nuestros padres siempre nos parecen gigantes.

Cuando eres padre naces con tus hijos porque regresas a tu infancia y revives otra vez todo el proceso. Cuando sean adolescent­es te sorprender­ás de que tus padres hayan soportado tantos desplantes y desconside­raciones como tú. «¿De verdad que yo era tan desordenad­o cuando tenía la edad de mi hijo?», he preguntado a mis padres. «¿A que yo no era tan rebelde?», les digo. Y ellos me ven con cara de sabios: «Mucho más, cariño».

Generalmen­te vemos a padres que cogen de la mano a sus hijos pequeños y les ayudan a dar sus primeros pasos. Pero también tus hijos te cogen de la mano y te hacen dar de nuevo los primeros pasos de tu vida, te dicen quién fuiste, me dicen quién soy. Gracias, hijos, por llevarnos a La revolución del padre.

También tus hijos te cogen de la mano yte hacen dar de nuevo los primeros pasos de tu vida, te dicen quién fuiste, me dicen quién soy

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