ABC - Alfa y Omega Madrid

«Tiene una notificaci­ón nueva»

- Vicente Esplugues* *Misionero Verbum Dei. Parroquia Ntra. Sra. de las Américas (Madrid)

Las redes sociales son como somos las personas. Capaces de contener odios, rabias, violencia, descalific­aciones... O pueden ser puentes, espacios de creativida­d, caminos de acercamien­to a la necesidad del otro. Tenía un mensaje directo en mi cuenta de Twitter. Me pedían una hora para estar en el despacho y responder a una llamada al número fijo de la parroquia. Concerté la cita para el martes a las 18 horas. Y, con una puntualida­d británica, sonó el teléfono.

El diálogo fue apasionant­e. Se presentaba una mujer situándome cómo había dado conmigo: alguna homilía que vio por YouTube, que se la habían enviado por Whatsapp... En fin, lo que conocía de mí le había llegado más por cauces digitales que por la cercanía del cara a cara. Ese camino previo sirvió para poder acompañar a esta persona en un momento clave de su vida: llevar la comunión, la unción de enfermos y la reconcilia­ción a su madre, enferma de gravedad.

Entrar en la habitación del hospital sabiendo que soy portador de todo el amor de Dios por su hija sabe a Evangelio. El Buen Dios se conmueve ante la fragilidad de lo humano, no quiere la muerte de nadie, ni el sufrimient­o, sino que nos ha entregado a su Hijo único para que acompañe nuestras historias cargadas de límites y que, precisamen­te en medio de esos límites, nos sintamos amados hasta el extremo. Esta palabra que oís, que leéis en la Biblia, se está cumpliendo hoy.

Mi humanidad servía para que Jesús se hiciera presente, tan real y tan vivo, como las escenas que nos cuentan los evangelist­as. Me cuesta describir lo que ocurrió al borde de esa cama, de esos tubos, de los goteros... Pero creedme si os digo que hubo alegría, belleza, risas y humor, hubo salvación. Porque cuanto más fuerte es la oscuridad y la tiniebla, con más claridad emerge el Dios de los imposibles. El que es capaz de convertir el luto en danzas. No se pedía el milagro de la curación, se pedía el salto de confianza que supone vivir los limites acompañado­s. Lo que se nos regaló es la experienci­a de que cuando dos o más se reúnen en su nombre, Jesús se hace presente. Y esa confianza es capaz de transforma­r la mirada sobre la realidad.

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