ABC - Alfa y Omega Madrid

Escuelas de perdón y santidad

▼ El Papa dialoga con las familias de sus pequeñas y grandes dificultad­es, y las anima a perseverar, porque ellas son «la esperanza de la Iglesia y del mundo»

- R. B.

«Vosotras, queridas familias, sois la gran mayoría del Pueblo de Dios. ¿Qué aspecto tendría la Iglesia sin vosotras?», se preguntaba el Papa en la fiesta de las familias, en la tarde-noche del sábado 25 de agosto, en el estadio Croke Park de Dublín.

Tras escuchar varias actuacione­s musicales y testimonio­s de familias procedente­s de diversos continente­s, Francisco recordó que, por norma general, la santidad consiste en «pequeños gestos de bondad en la rutina cotidiana y en los momentos más sencillos». «Me gusta hablar de los santos “de la puerta de al lado”», prosiguió.

Procedente­s de la India, Nisha, Ted y sus tres hijos hablaron de la dificultad de convivir hoy en familia con las nuevas tecnología­s. Un relato que perfectame­nte hubieran podido hacer suyo dos abuelos canadiense­s, o un matrimonio irlandés que, tras superar una adicción a las drogas, ha tenido nueve hijos biológicos y ha adoptado a una sobrina.

Desde Burkina Faso, participar­on los Chikki, con un moderno relato del hijo pródigo, en el que su hijo mayor dilapidó la empresa familiar recibida en herencia. Conmovedor testimonio de perdón dieron también los familiares de un sacerdote iraquí asesinado por los yihadistas, que le sirvió al Papa para resaltar que «las familias generan paz, porque enseñan el amor, la aceptación y el perdón, que son los mejores antídotos contra el odio, los prejuicios y la venganza que envenenan la vida de las personas y de las comunidade­s». Por estas y otras muchas cosas, «vosotras, familias, sois la esperanza de la Iglesia y del mundo».

No podían faltar los habituales consejos domésticos del Pontífice a los matrimonio­s sobre la necesidad de no irse a la cama sin haber hecho las paces, «porque si no, al día siguiente, la guerra fría es muy peligrosa», advirtió. «A veces, quizás, estás enfadado y tienes la tentación de irte a dormir a otra habitación, solo y asilado. Si te sientes así, simplement­e, llama a la puerta y di: “Por favor, ¿puedo pasar?”. Lo que se necesita es una mirada, un beso, una palabra afectuosa… y todo vuelve a ser como antes. Digo esto porque, cuando las familias lo hacen, sobreviven. No hay familia perfecta. Sin el hábito de perdonar, la familia se enferma y se desmorona gradualmen­te».

Unas horas antes, Francisco había escuchado las experienci­as de algunas parejas, como un matrimonio que ha celebrado sus bodas de oro. Las nuevas generacion­es «tienen necesidad de vuestra experienci­a», les dijo a Vincent y a Teresa.

Frente al Papa estaban Denis y Sinead, dos novios a punto de casarse. A su pregunta, Francisco reconoció la dificultad de la propuesta de un matrimonio para siempre en una «cultura de lo provisiona­l» donde todo cambia a gran velocidad y encontrar un trabajo estable a menudo resulta una quimera.

«¿Qué dice Dios a su pueblo e la Biblia? Escuchad bien: “Nunca te dejaré ni te abandonaré” (Hb 12,5)», les recordó el Obispo de Roma. «Y vosotros, como marido y mujer, ungíos mutuamente con estas palabras de promesa, cada día por el resto de vuestras vidas. Y no dejéis nunca de soñar. Repetid siempre en el corazón: “Nunca te dejaré ni te abandonaré”».

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CNS Una familia, participa en la fiesta de las familias, en el estadio Croke Park de Dublín

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