José Kentenich, un instrumento en manos de María
Más amor que filosofía
La historia del padre Kentenich es el relato de una vocación asumida. Es la historia de un sacerdote que, como él mismo señala en una de sus notas, podría haber vivido contento y tranquilo como sacerdote dedicado a ser mero acompañante espiritual, pues tendría ocasión de atender a su precaria salud, enriquecer sus conocimientos y moverse mejor en sociedad. A esto el Papa Francisco le hubiera llamado clericalismo. Un hombre con una infancia compleja, que creció en un orfanato desde los ocho años, podría haber entendido el sacerdocio como carrera profesional. Pero entonces no habría sido un auténtico padre para todos aquellos que siguieron su carisma en el movimiento de Schoenstatt. Lo expresa acertadamente en un ensayo pedagógico de 1961: «La tragedia de la modernidad es, en el fondo, la tragedia del padre». Por lo demás, si hubiera tenido una mentalidad funcionarial, su vida se habría desgastado en la defensa de una idea. Sin embargo, desde muy joven había descubierto que la plenitud de la naturaleza humana se alcanza con la entrega a una persona. Las argumentaciones filosóficas tienen que ser sustituidas por una historia de amor. Kentenich es consciente de que la fe tiene que estar arraigada en el corazón, y esta convicción está muy relacionada con su temprana devoción a María.
De este modo, el 18 de octubre de 1914, en una pequeña capilla de Schoenstatt, en el valle de Vallendar (Alemania), el sacerdote José Kentenich, con 29 años, establece con un grupo de seminaristas una Alianza de Amor con María. El movimiento responde a una audacia, con inspiración divina, de su fundador. La Virgen entronizada en esa capilla no está relacionada con ninguna aparición, y Kentenich aclara que se trataba de «inducir a Nuestra Señora y Soberana que erija aquí su trono de manera especial, que reparta sus tesoros y obre milagros de gracia».