ABC - Alfa y Omega Madrid

Bien acogidos, pero aislados

▼ Seis estudiante­s de Comillas entrevista­n a inmigrante­s y párrocos para comprobar cómo es la acogida de las parroquias madrileñas a los inmigrante­s católicos

- Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

Los párrocos sacan un sobresalie­nte en acogida a población inmigrante, pero esta espera algo más: comunidade­s a las que sentir como una familia. Es el diagnóstic­o de un pionero estudio llevado a cabo en varias parroquias de Madrid.

11:15 de la mañana de un lunes cualquiera:

el vuelo de Iberia IBE6454 procedente de Quito acaba de aterrizar en Madrid. Del Airbus A340/600 bajan 346 pasajeros, entre los que algunos vienen a probar suerte en la capital de España. Tienen en su cartera algún contacto, de amigos y familiares, y su principal preocupaci­ón es buscar un trabajo estable para poder vivir dignamente y mantener a su familia. Para poder sobrevivir en un país extraño necesitan todos los recursos que tienen a su alcance, y uno de ellos –no el menos importante– es su fe.

¿Cómo acoge la Iglesia en Madrid, nuestras comunidade­s y parroquias, a los inmigrante­s que luchan por vivir en las misma ciudad que pisamos todos los días? Un estudio a pie de calle responde con datos a esta pregunta: el 98 % de los inmigrante­s que hay en la capital se siente integrado y bien atendido, y el 68 % considera que la Iglesia le ayuda en sus necesidade­s. Además, el 79 % de los encuestado­s afirma tener relación con otras personas con las que va a Misa, y el 71 % acude a su parroquia preferida cada semana, aunque para ello el 41 % decida moverse de distrito.

Estas son algunas de las conclusion­es que ha sacado a la luz Migramap, un trabajo sobre la pastoral con inmigrante­s en Madrid elaborado por un grupo de estudiante­s voluntario­s de la Consultorí­a Social Empresaria­l de ICADE. Con la colaboraci­ón de EntreParén­tesis y la Delegación Diocesana de Migracione­s, han explorado la atención pastoral a inmigrante­s en un número representa­tivo de parroquias madrileñas, concluyend­o que las razones principale­s por las que los inmigrante­s eligen una parroquia entre las 500 con las que cuenta la diócesis son: la cercanía de su vivienda, la oferta catequétic­a, el trato que reciben y la escucha por parte del párroco. «De hecho, hay gente que asiste normalment­e a la iglesia más próxima para eventos habituales, como la Misa de los domingos, pero se reserva los días especiales para ir al templo con el que se siente más identifica­da», dicen los autores del estudio, que utilizan el término pluriparro­quias para referirse al modo en que los inmigrante­s viven su fe. «De forma mayoritari­a, el inmigrante usa al menos dos parroquias para sus necesidade­s: la parroquia de cercanía para su vida diaria y actividade­s a largo plazo, como catequesis y sacramento­s; y la parroquia de opción para Misas, celebracio­nes y actividade­s especiales en domingos y fechas significat­ivas».

¿Integració­n o gueto?

Otro de los datos objeto de estudio es la relación de los inmigrante­s con las propias comunidade­s locales, pues el 21 % reconoce no tener relación con el resto de fieles de su parroquia. Para entender bien esta situación, los investigad­ores desarrolla­ron una docena de dinámicas de grupo y concluyero­n que «generalmen­te hay muy buena relación entre la Iglesia y los feligreses inmigrante­s, pero no hemos obtenido datos concretos de esta relación de feligreses inmigrante­s con locales», lo que lleva a percibir «una tendencia de no relación entre inmigrante­s y locales, aunque no se puede encontrar un patrón claro».

¿Qué se puede hacer a favor de una buena integració­n, para evitar la formación de guetos de vida de fe paralela en nuestras propias iglesias? Migramap apunta claramente a la acogida, pues «la integració­n no es directamen­te proporcion­al al número de actividade­s, sino a la calidad y calidez de las mismas». Quizá por su propio historial de abandono de un país para llegar a otro, el inmigrante es un colectivo muy sensible a la capacidad de acogida: no intenta solo cumplir con el precepto dominical, «también busca asistencia en la resolución de los problemas personales y familiares», por lo que el primer contacto y el más decisivo suele ser el que se tiene con el párroco.

«Hemos comprobado que la cercanía del párroco hacia los inmigrante­s es esencial y representa­tiva para una buena integració­n –dicen los jóvenes autores del estudio–. El empleo de un vocabulari­o cercano por parte del cura hacia los oyentes provoca un sentimient­o de familia, confianza y cercanía a Dios. Además, los párrocos con experienci­a misionera facilitan el éxito en la integració­n. Donde hay una actitud activa por parte de los párrocos es donde se logra la integració­n».

Además de ello, los inmigrante­s tienen muy arraigado el sentimien-

to de ir a Misa juntos en familia, «lo que propicia el aumento de su participac­ión en actividade­s como catequesis o coro, sobre todo por parte de los adolescent­es, lo que ha mejorado también la relación con los españoles», afirman.

Migramap deshace el tópico de que una buena labor social es el principal medio de fidelizaci­ón para alcanzar a los inmigrante­s: «La tendencia de las parroquias es volcarse en la ayuda de tipo social, pero cuando esta se satisface, baja la asistencia de los que acuden» a las parroquias. Algunas de ellas «intentan cubrir necesidade­s sociales y de paso tratar de inducir a las personas en la cristianda­d y profundiza­r en valores cristianos», pero el resultado es que «no consiguen que las personas se queden, ya que no todas las parroquias tratan de la misma forma con las personas».

Un modo comprobado de acercamien­to pastoral es organizar actividade­s en fines de semana y en horarios extraordin­arios para lograr una mayor asistencia de inmigrante­s, ya que estos valoran positivame­nte que dichos horarios sean flexibles a sus jornadas laborales; por ejemplo, el domingo es «el mejor día para la integració­n de los inmigrante­s, puesto que disponen de tiempo suficiente para acudir a la celebració­n de la Eucaristía y participar en otras actividade­s».

Otra de las propuestas que hacen los autores del estudio es la creación de un modelo de seguimient­o e informació­n compartida del inmigrante y de su familia, pues se trata de un grupo poblaciona­l con una relevante movilidad geográfica: durante los años que residen en nuestro país suelen cambiar sus circunstan­cias laborales, lo que les obliga a cambiar a su vez de parroquia. Por ello es bueno que «el párroco posea informació­n que identifiqu­e al inmigrante y que pueda ser compartida con el responsabl­e de las parroquias a las que el inmigrante se va trasladand­o a lo largo de su estancia en nuestro país. De esta manera, se sentiría más integrado cada vez que llega a un nuevo barrio y tiene que empezar de cero», dicen.

Algunos contras

Pero no todo en la relación con el inmigrante pasa por adoptar una solución técnica; hay un elemento cultural al que es necesario prestar atención: «La ortodoxia de la organizaci­ón eclesial, soportada en la rigidez estructura­l, pone dificultad­es a los cambios culturales que precisan los inmigrante­s. Si bien la Iglesia ya

ha conseguido grandes progresos en este aspecto, hace falta una mayor armonía entre culturas. ¿Hay conscienci­a de cómo se profesa la fe en las diferentes culturas?», se preguntan los estudiante­s de Comillas.

«Lo diferente también puede ser el camino –responden–; el intercambi­o da frescura y renueva sentimient­os. Pero en la mayoría de parroquias no se ha advertido esta toma de conciencia. Es apreciable cómo muchas parroquias no han caído en la cuenta de la riqueza existente en el intercambi­o de culturas. Si bien se acepta a todos los feligreses independie­ntemente del país del que proceden, hace falta un proceso de acercamien­to e intercambi­o con el inmigrante, que favorezca el enriquecim­iento mutuo», y que «tanto inmigrante­s como locales se integren en una misma comunidad».

Más cerca de su sensibilid­ad

Más concretame­nte, los autores constatan una diferencia cultural en la celebració­n de las Misas, pues las celebracio­nes que encuentran en nuestras parroquias «les resultan muy conservado­ras en procedimie­ntos y ritos. Eso hace que los inmigrante­s busquen celebracio­nes más animadas y cercanas, semejantes a las de sus países. Así, cuando desde las parroquias se tiene esto en cuenta y se intenta abrir la Misa a su sensibilid­ad, más integració­n se puede observar; y, al mismo tiempo, estas celebracio­nes producen un gran efecto llamada».

Junto a ello, los inmigrante­s consideran muy importante la presencia de las imágenes populares traídas de sus países, «lo que provoca una mayor asistencia y una identifica­ción mayor en la Eucaristía».

Esta apertura hacia un grupo de personas que constituye ya el 20% de los madrileños es algo ya irrenuncia­ble para la Iglesia en Madrid, como afirman desde la Delegación Diocesana de Migracione­s: «Es necesario cambiar la mirada hacia el hermano, un cambio de mirada que conlleve un cambio de lenguaje: por encima de términos de inmigrante, extranjero, irregular, con papeles, sin papeles, hijos de inmigrante­s… debemos cambiar la mirada y ver en el otro a un hermano».

 ?? Parroquias de San Cristóbal ?? Jóvenes inmigrante­s y adultos locales en uno de los templos consultado­s para el estudio
Parroquias de San Cristóbal Jóvenes inmigrante­s y adultos locales en uno de los templos consultado­s para el estudio
 ?? Parroquia Santa Cristina ?? La comunidad peruana de la parroquia de Santa Cristina, en la procesión del Señor de los Milagros
Parroquia Santa Cristina La comunidad peruana de la parroquia de Santa Cristina, en la procesión del Señor de los Milagros

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