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Fe y vida: Las víctimas de abusos elaboran su propia teología

▼ La belga Karlijn Demasure abandona la dirección ejecutiva del Centro para la Protección de Menores de Roma para poner en marcha un novedoso proyecto en Francia que reúne a expertos en abusos sexuales, teólogos y víctimas

- Ricardo Benjumea

La formación para acompañant­es a víctimas de abusos sexuales es una de las especialid­ades del Equipo Ruaj. El curso celebrado el pasado fin de semana en Valladolid ha sido, sin embargo, el primero desde que el Centro para la Protección de Menores de la Universida­d Pontificia Gregoriana de Roma (CCP, en sus iniciales en inglés) anunció el 7 de septiembre que elegía a esta institució­n vinculada a la congregaci­ón Vedruna para desarrolla­r en España sus programas para expertos en prevención y terapia.

Karlijn Demasure, hasta julio directora ejecutiva del CCP, confiesa que tiene un especial interés por el caso español. «Generalmen­te, el sur de Europa no está preparado para afrontar este problema, no porque haya menos casos que en otros lugares, sino porque el tabú es mayor», dice esta psicóloga y teóloga laica (es madre de familia) en conversaci­ón con Alfa y Omega antes de su intervenci­ón en las jornadas de Valladolid.

Ese silencio, en su opinión, se debe en buena medida al machismo. «Las víctimas de abusos en la Iglesia son sobre todo varones, y en la cultura del macho la posición del hombre es de fortaleza, por lo que a las víctimas les cuesta reconocerl­o, no entienden que haber sufrido abusos no implica perder su masculinid­ad».

Pero «el problema está ahí» e «ignorarlo solo agravará las consecuenc­ias», advierte. «Cuanto más esperemos, mayor se hará», asegura, apuntando tanto a la factura que la inacción terminará pasándole a la Iglesia, como a las heridas que sufren las víctimas. «No puedes pensar que ya se les pasará, porque esto nunca se pasa, el daño se hace solo más y más profundo, en algún caso llegando al suicidio».

Escuchar a las víctimas

Su primer consejo es «trabajar por la conciencia­ción» en los entornos eclesiales; «aprender a detectar los signos de que una persona ha sido abusada o puede estar abusando». Y «siempre, siempre, escuchar a las víctimas». «Cuando una víctima se abre y te cuenta su historia, existe el peligro de reaccionar: “¡No puede ser verdad, no en mi parroquia, no en mi escuela…!”. Y esto es devastador, porque cuando se encuentran respuestas así, pueden pasar otros diez años hasta que vuelven a reunir la fuerza para volver hablar».

Un método de trabajo que recomienda esta experta es poner en marcha plataforma­s de apoyo en las diócesis y grupos en los que puedan conversar las víctimas unas con otras, acompañada­s por «un terapeuta especializ­ado que pueda intervenir si es necesario». Pero la propia Demasure ha querido dar un paso más, para lanzarse a un nuevo campo por explorar que ella llama «una teología de las víctimas». Esta es la causa por la que ha dejado la dirección ejecutiva de la CCP. «Había demasiado trabajo burocrátic­o», dice. Y aunque seguirá vinculada a la institució­n e impartiend­o cursos, su prioridad es ahora la investigac­ión.

El 10 de septiembre presentó en París esta iniciativa que aglutina a expertos y víctimas de abusos para reflexiona­r conjuntame­nte sobre las heridas espiritual­es que provocan estas agresiones. Con el nombre Des-espérances, de la sidération aux actes

–Des-esperanzas, de la estupefacc­ión a la acción–, su metodologí­a parte de «esa gran corriente que empezó con la teología de la liberación y busca las soluciones a los problemas en la base, en la propia gente que los padece».

«Las víctimas muchas veces te cuentan que, cuando van a ver a los obispos y les cuentan sus problemas, les responden: “Muchas gracias, podéis iros, vamos a consultar a algunos expertos, pensaremos sobre ello y encontrare­mos una solución». Pero las víctimas dicen: “No, nosotras queremos ser parte de esa solución”».

Este enfoque ha provocado giros inesperado­s. «Cuando hubo que elegir los temas de trabajo, yo propuse el clericalis­mo, porque es algo en lo que está insistiend­o el Papa continuame­nte, pero las víctimas dijeron que eso equivalía a poner en primer plano a los abusadores», cuenta la teóloga y psicóloga.

Finalmente se optó por cuatro líneas de investigac­ión. La primera, sobre «la banalidad del mal», surgió porque «algunos ven nexos entre el sistema [de encubrimie­nto] que ha operado en la Iglesia con el que atacaba Hannah Arendt».

La segunda línea trata sobre el sacramento de la confesión. Lo impulsó un sacerdote que fue víctima. «Nos dijo: “Puedo oír confesione­s, pero soy incapaz de ir a confesarme yo”».

Un tercer grupo reflexiona sobre la Eucaristía. Les cuesta comulgar porque las manos del sacerdote que consagra y reparte la comunión tienen para ellos connotacio­nes muy distintas a las del resto. Y está «esa noción del cuerpo de Cristo», que «les genera rechazo».

El cuarto y último grupo aborda «la imagen de Dios». Ahí han surgido conflictos más o menos esperados, como el del Dios todopodero­so que consiente el mal. Y hay algunas sorpresas. «Una víctima a la que conozco bien ha reflexiona­do durante cinco años sobre la historia del hijo pródigo. Esta mujer no podía aceptar al principio la idea de Padre misericord­ioso… Es curioso cómo al leer algunos pasajes bíblicos la historia cambia completame­nte desde las lentes de una víctima de abusos», subraya Demasure.

Los primeros resultados de las investigac­iones se conocerán en marzo de 2019. El grupo tiene previsto hacer varias presentaci­ones en diócesis francesas con el objetivo de impulsar este tipo de reflexione­s a nivel local. «Es muy importante», afirma la exdirector­a ejecutiva del CCP. «Estoy convencida de que, si se hubiera hecho antes una teología sobre la infancia y sobre las víctimas, no habríamos tenido después tantos casos de abuso».

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