Diáconos
Recientemente se ordenó en la diócesis de Sevilla a ocho nuevos diáconos, futuros presbíteros. A muchos ciudadanos algo de desconocimiento les lleva a creer que el diácono es un acólito avanzado, un sacristán titulado o un sacerdote fracasado. Según recoge el Catecismo de la Iglesia católica, «corresponde a los diáconos, entre otras cosas, asistir al obispo y a los presbíteros en la celebración de los divinos misterios, sobre todo de la Eucaristía, asistir a la celebración del matrimonio y bendecirlo, proclamar el Evangelio y predicar, presidir las exequias y entregarse a los diversos servicios de la caridad». Este es el grado de servicio, pues diaconía viene del griego servidor, llamados a servir. Los hay de dos clases: los que serán ordenados sacerdotes en el plazo aproximado de un año y los permanentes, de los que Sevilla cuenta con una de las comunidades más numerosas de España. Pueden estar casados y reciben una completa formación para el servicio al que serán destinados. No son simples ayudantes del sacerdote ni administrativos en las parroquias. Están al servicio del pueblo de Dios en todo cuanto el obispo precise. Su ministerio se centra en la liturgia, la Palabra y la caridad. Por estos motivos, la diócesis de Sevilla, el mundo católico en general, estamos de enhorabuenas por contar con nuevos diáconos al servicio de la Iglesia y de la sociedad.