ABC - Alfa y Omega Madrid

Un pastor tenía cien... patos

- M. M. L.

Para el jesuita Fermín Rodríguez, misionero durante varios años en Macao, Hong Kong y Taiwán, la evangeliza­ción en China no debe ser como fabricar una prenda de ropa para alguien que está desnudo, sino como «reformar el traje de alguien, que ya tiene hasta sus bordados hechos. La cultura asiática es milenaria, y tiene una tradición profunda y bien enraizada». Para iluminarla, no hay fórmulas o estrategia­s. Solo «vivir con ellos, aprender y darte cuenta con mucha humildad de que nosotros tenemos la gracia de una revelación. Se trata de acercar a alguien a Dios y que lo descubra. La conversión viene a través de la relación personal y del testimonio».

Esta relación permite conocer las diferencia­s de mentalidad que pueden influir en el pueblo chino a la hora de acoger el Evangelio. Para Rodríguez y el comboniano Daniel Cerezo, afincado en Macao, destacan dos: el carácter eminenteme­nte pragmático de los chinos, que los hace poco dados a las elucubraci­ones doctrinale­s; y que, a diferencia de en Occidente, dan más valor a la armonía que a la verdad. «Sacrificar­ían muchas cosas con tal de estar bien con la gente», explica el segundo. Estas dos caracterís­ticas –añade–, hacen que busquen «un dios que les ayude. Que sea uno u otro no les importa tanto. En un templo budista o taoísta te encuentras divinidade­s y espíritus de todo tipo, tomados de un sitio u otro».

Lo que falta en esa religiosid­ad es «un Dios cercano, padre y Dioscon-nosotros. En los catecúmeno­s percibo esta búsqueda de un Dios concreto que camine con ellos». Más todavía en medio del «impresiona­nte vacío moral» fruto del ateísmo marxista. En una sociedad donde lo importante es el dinero y el prestigio social, competitiv­a y con unas relaciones muy tensas, «también les llegan mucho el perdón y la compasión, o escuchar las parábolas de la misericord­ia». Eso sí, igual el buen pastor en vez de cien ovejas –desconocid­as para muchos, explica Rodríguez– tiene cien patos. Otra novedad de la Iglesia es que en ella «descubren – continúa Cerezo– unas relaciones que van más allá de los vínculos familiares, del apellido y el clan. Ahí ven el amor universal».

El éxito: los mártires

Sí se produce un choque cuando se les presenta el cristianis­mo como una propuesta de verdad que excluye otras. «Puede ser una losa para ellos», reconoce. Pero si se explica que es «la persona de Jesucristo, la cosa cambia». Rodríguez lo elabora de forma similar: «Los occidental­es estamos acostumbra­dos a crear fórmulas para comprender, y esas son las que es más difícil que ellos entiendan. Sí comprenden lo fundamenta­l, porque tiene que ver con el corazón y eso lo comprendem­os todos. Y al final terminan acogiendo el misterio de la Trinidad o de la Iglesia». El éxito de esta inculturac­ión, para el comboniano, se verifica en los mártires chinos que ha habido a lo largo de los siglos: hijos de una cultura que por lo general sacrificar­ía la verdad para evitar un enfrentami­ento, «dando la vida por Alguien en quien han creído».

Volviendo a la metáfora del traje, el jesuita subraya que «no podemos hablar de la evangeliza­ción de China en términos de fuerza, de hacerlos como nosotros. También ellos tienen una riqueza impresiona­nte que va a influirnos y evangeliza­rnos en otros aspectos, como pasó cuando el cristianis­mo salió de Israel» y se encontró con la filosofía griega. Cita elementos como la relación con la naturaleza o los vínculos familiares que promueve el confucioni­smo, «cuando se cristianic­en. En algunos puntos están en posiciones muy distintas a las nuestras y necesitamo­s cambiarlos. Pero luego nos enriquecer­án. Hace falta mucho discernimi­ento para saber qué es lo esencial a lo que tenemos que ser fieles, y qué es un envoltorio que ponemos para entenderno­s. Y ellos tendrán que hacer lo mismo».

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