Falsos mitos sobre los depredadores
▼ La homosexualidad o la pedofilia no explican los escándalos de abusos sexuales, asegura Karlijn Demasure, que apunta al clericalismo y al déficit de formación afectivo-sexual en los seminarios
De pecado a crimen
Karlijn Demasure constata una importante evolución en la percepción de los abusos sexuales en la Iglesia. «En los años 80, como todavía ocurre hoy en algunos países de África, se pensaba en un pecado, que por tanto puede ser perdonado, igual que el adulterio. Por eso era frecuente trasladar al agresor a otra diócesis». Un error habitual en los obispos fue intentar resolver el problema hablando con los agresores, que «pueden resultar muy convincentes» y fingir un arrepentimiento que no es real.
A la vista de la reincidencia, la agresión pasó a comprenderse como una patología, equiparándola erróneamente a la pedofilia. Pero por defender el buen nombre de la Iglesia, se optó como norma general por ocultar el problema, generando después «una gran indignación». Finalmente, desde Benedicto XVI, se entiende que se trata de crimen que, por tanto, «debe ser comunicado a las autoridades civiles».
Un elemento problemático común a estos tres enfoques es que la agresión se reduce a una cuestión meramente personal. Hasta que, «en sus últimos pronunciamientos, el Papa Francisco ha hablado de algo que ya se reconocía hace tiempo en los círculos académicos: hay causas sistémicas», comenzando por el clericalismo que creó las condiciones para el encubrimiento, olvidando que «la víctima es tan Iglesia como el sacerdote agresor».
Esa conciencia no acaba sin embargo de llegar todavía a muchas Iglesias locales, cree Demasure. Por eso «aunque todas las conferencias episcopales tuvieron que elaborar unas directrices y enviarlas a Roma, muchas las han dejado olvidadas después en estanterías». Y lo mismo sucede con la prevención en los seminarios. «Es obligatoria, pero he visto países en Europa donde se reduce a apenas dos horas durante todo el tiempo de formación para el sacerdocio». Como sucede con recomendaciones del Vaticano como la normalización de la presencia femenina en la formación los seminaristas. «De temas como la sexualidad tendrían que hablarles mujeres casadas», cree Demasure.