«Nos estamos acostumbrando a lo escandaloso»
Madrid acoge una jornada sobre trata de personas para dar la respuesta de la Iglesia y del cristiano de a pie ante el problema de la migración
«Los cristianos tenemos que implicarnos y hacer una aportación sólida ante el problema de la migración, que nos atañe tanto por ser Iglesia como por ser ciudadanos», dice Tusta Aguilar, coordinadora de Educación de ASTI Madrid y de la Delegación Diocesana de Migraciones, que el pasado jueves participó en la jornada Migrar sin trata, respuestas desde la Iglesia, organizada por diversas organizaciones eclesiales relacionadas con la migración.
Aguilar considera que son «los obstáculos y los frenos para llegar por vías legales a los países desarrollados los que provocan la trata de personas, la emigración clandestina y la aparición y el enriquecimiento de las mafias». Todo eso procede de «una causa estructural con varias consecuencias: morir en el Mediterráneo, caer víctima de una red de prostitución, pasarse tres años sin papeles en Madrid…». El origen está en «una barrera clara: entrar por medios legales es imposible para la mayoría».
Por eso, «la ciudadanía debe tomar la voz. Tenemos que animar a los cristianos y a todos los ciudadanos para exigir a nuestros gobiernos una cierta honradez, y denunciar públicamente si no cumplen lo acordado por ejemplo en el Pacto Mundial para una Migración segura, ordenada y regular», que deberá ser adoptado en el seno de la ONU en una conferencia internacional prevista en Marruecos los días 10 y 11 de diciembre.
En este sentido, «hay que hacer un esfuerzo por impulsar las sinergias entre cooperación internacional, actuación en el terreno y reivindicación. Pero lo más importante hoy es la reivindicación, porque se está normalizando una situación tremenda. Nos estamos acostumbrando a lo que es escandaloso: los muertos en patera, las redes de prostitución…».
¿Y el cristiano de a pie? «Primero tienes que pensar que no estás solo –apunta Tusta Aguilar–, hay muchas organizaciones y grupos para trabajar y movilizarse. Cuando te interesa algo puedes encontrar recursos y vincularlo a tu vida cotidiana. Y que la comprensión que tengamos se contagie, que cada uno sea altavoz, en el mercado, en el metro, en la calle, en casa… No vale solo decir: “¡Qué pena!”, porque no basta. Todos podemos tomar decisiones: en nuestras costumbres, en lo que gastamos, en cómo contratamos a la gente, en no realizar compras de sangre…, porque con todo eso también podemos influir».